Perera, toreo en libertad

Tras el comienzo de abril en Guadalajara, se encadena para Miguel Ángel Perera a partir de este sábado en Cabra una intensa serie de festejos que se va a prolongar también en el mes de mayo con compromisos tan importantes como el de la Feria de Abril en Sevilla el 2 de mayo o la doble cita de San Isidro en Madrid el 17 y 31 del mismo mes. Además de Cabra, Palos de la Frontera, Aguascalientes y Monterrey son otras de las plazas ya previstas en la agenda inmediata del torero extremeño.

 

Va a ser, pues, un mes y medio apasionante y con retos importantes que encarar y que conseguir. El arranque de temporada está siendo muy bueno y la competencia no permite tregua alguna en el empeño de asentarse un año más en la élite de los mejores. Aunque no hay empresa más determinante para un torero de la trayectoria y en el momento de Perera que responder a las expectativas más íntimas. Ésas que el torero se traza para consigo mismo, para, como dice el propio Miguel Ángel, seguir sacando de dentro lo que dentro lleva. Nada llena más a un artista que hallar correspondencia personal a sus ilusiones, que sentirse pleno, fuerte, seguro, sólido... Y nada más ayuda a ello que el toreo en el campo, en libertad. Y nada más libre que el toreo a campo abierto. Este episodio que os contamos hoy sucedió hace unas tardes en Los Cansaos, el refugio y la fuente de Miguel Ángel Perera. Iba cayendo ya el fuerte calor de todo el día al mismo tiempo que atardecía. El campo, redondo de bonito tras las últimas lluvias, apetecía para torear. Y a torear que se puso Miguel Ángel. Apartó con Verónica, su mujer, una vaca brava de San Pelayo, pura murube, casi al azar. Y el azar quiso que la vaca fuera exquisitamente templada desde su primera acometida. Ya desde el caballo, con sólo verla galopar, advirtió el torero y la ganadera el fondo inmenso de clase de la brava. La paró Curro Javier, cubierto de hierba hasta los tobillos, apenas con un par de capotazos... No hizo falta más. Perera tomó la muleta y se puso a torear a cámara lenta, al ralentí, rebozándose en cada embestida pausada y a compás de la becerra. Fueron varias la series por los dos pitones. Muchas. A cada cual mejor. Caía la tarde, el calor y la luz y se hacía sobre Los Cansaos el aire puro del toreo en libertad. Del toreo a campo abierto. Una delicia para el torero y para quienes le veían. La íntima constatación de que Miguel Ángel Perera sigue sacando de dentro lo que dentro lleva...

 

 

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Perera, toreo en libertad

Tras el comienzo de abril en Guadalajara, se encadena para Miguel Ángel Perera a partir de este sábado en Cabra una intensa serie de festejos que se va a prolongar también en el mes de mayo con compromisos tan importantes como el de la Feria de Abril en Sevilla el 2 de mayo o la doble cita de San Isidro en Madrid el 17 y 31 del mismo mes. Además de Cabra, Palos de la Frontera, Aguascalientes y Monterrey son otras de las plazas ya previstas en la agenda inmediata del torero extremeño.

 

Va a ser, pues, un mes y medio apasionante y con retos importantes que encarar y que conseguir. El arranque de temporada está siendo muy bueno y la competencia no permite tregua alguna en el empeño de asentarse un año más en la élite de los mejores. Aunque no hay empresa más determinante para un torero de la trayectoria y en el momento de Perera que responder a las expectativas más íntimas. Ésas que el torero se traza para consigo mismo, para, como dice el propio Miguel Ángel, seguir sacando de dentro lo que dentro lleva. Nada llena más a un artista que hallar correspondencia personal a sus ilusiones, que sentirse pleno, fuerte, seguro, sólido... Y nada más ayuda a ello que el toreo en el campo, en libertad. Y nada más libre que el toreo a campo abierto. Este episodio que os contamos hoy sucedió hace unas tardes en Los Cansaos, el refugio y la fuente de Miguel Ángel Perera. Iba cayendo ya el fuerte calor de todo el día al mismo tiempo que atardecía. El campo, redondo de bonito tras las últimas lluvias, apetecía para torear. Y a torear que se puso Miguel Ángel. Apartó con Verónica, su mujer, una vaca brava de San Pelayo, pura murube, casi al azar. Y el azar quiso que la vaca fuera exquisitamente templada desde su primera acometida. Ya desde el caballo, con sólo verla galopar, advirtió el torero y la ganadera el fondo inmenso de clase de la brava. La paró Curro Javier, cubierto de hierba hasta los tobillos, apenas con un par de capotazos... No hizo falta más. Perera tomó la muleta y se puso a torear a cámara lenta, al ralentí, rebozándose en cada embestida pausada y a compás de la becerra. Fueron varias la series por los dos pitones. Muchas. A cada cual mejor. Caía la tarde, el calor y la luz y se hacía sobre Los Cansaos el aire puro del toreo en libertad. Del toreo a campo abierto. Una delicia para el torero y para quienes le veían. La íntima constatación de que Miguel Ángel Perera sigue sacando de dentro lo que dentro lleva...

 

 

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