Adiós a México

 

Miguel Ángel Perera ya ha culminado su temporada americana. El torero pacense terminó en La Petatera la campaña que ha repartido entre México y Colombia en once presencias que, más allá de lo que lo certero de la espada le haya permitido anotar como registro, sí ha constatado el momento de plenitud y de esplendor profesional en que se encuentra. Lo ha cantado lo rutundas de sus faenas. Esa versión multiplicada de su temple. Ese nivel más que ha ascendido su sentido de la profundidad, de la redondez, de lo infinito que puede llegar a ser el toreo cuando termina más allá de lo imaginable. A la vuelta de la esquina está ya la temporada europea empezando por Olivenza y Perera se despidió de un tiempo intenso que ha disfrutado de verdad.

 

Entre festejos, Miguel Ángel no ha cejado ni un segundo en su prepaparación, en su entrenamiento, en esa búsqueda del más en que siempre anda. El último paso por el campo charro le llevó a tierras de Jalisco, al Rancho Los Trojes, donde habitan las reses de la ganadería de Villa Carmela. Allí coincidió el torero extremeño con su cuñado, Pedro Gutiérrez El Capea, en una jornada de toros marcada por la entrega sincera en la embestida de las vacas, que permitieron a Perera echar a volar ese tacto de su toreo que acaricia después de exigir con el trazo hondo y mandón que le es propio. Fue una jornada de campo de apurar sabores antes de la partida hacia España, donde todo comienza de nuevo. 

 

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Adiós a México

 

Miguel Ángel Perera ya ha culminado su temporada americana. El torero pacense terminó en La Petatera la campaña que ha repartido entre México y Colombia en once presencias que, más allá de lo que lo certero de la espada le haya permitido anotar como registro, sí ha constatado el momento de plenitud y de esplendor profesional en que se encuentra. Lo ha cantado lo rutundas de sus faenas. Esa versión multiplicada de su temple. Ese nivel más que ha ascendido su sentido de la profundidad, de la redondez, de lo infinito que puede llegar a ser el toreo cuando termina más allá de lo imaginable. A la vuelta de la esquina está ya la temporada europea empezando por Olivenza y Perera se despidió de un tiempo intenso que ha disfrutado de verdad.

 

Entre festejos, Miguel Ángel no ha cejado ni un segundo en su prepaparación, en su entrenamiento, en esa búsqueda del más en que siempre anda. El último paso por el campo charro le llevó a tierras de Jalisco, al Rancho Los Trojes, donde habitan las reses de la ganadería de Villa Carmela. Allí coincidió el torero extremeño con su cuñado, Pedro Gutiérrez El Capea, en una jornada de toros marcada por la entrega sincera en la embestida de las vacas, que permitieron a Perera echar a volar ese tacto de su toreo que acaricia después de exigir con el trazo hondo y mandón que le es propio. Fue una jornada de campo de apurar sabores antes de la partida hacia España, donde todo comienza de nuevo. 

 

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