Se le da bien el norte este año a Miguel Ángel Perera. Allí están sucediendo algunas de sus tardes más rotundas, no ya en lo cualitativo, sino también en lo cuantitativo. Como en Pamplona por julio, también hoy en Huesca ha firmado una tarde de rúbrica material -en el marcador final- a lo hecho en el ruedo. Frente a un lote de toros de El Pilar que no fue la mejor materia prima precisamente. El primero de ellos tuvo nobleza, pero las fuerzas justas. El segundo, ni se entregó ni tuvo clase. Pero con los dos estuvo compacto y más que sólido, paciente y convencido de que en su canasto habría sitio para los dos. Y lo hubo.
Dicho queda que el primer toro de su par tuvo un buen fondo de nobleza, pero le fallaron demasiado las fuerzas. Ni se excusó ni se impacientó Perera, todo lo contrario, y, poco a poco, fue incrementando el metraje, la exigencia y la duración de las tandas, que el toro se fue tragando como si en cada una de ellas le insuflaran la energía que no se le adivinaba. El milagro del temple una vez más. Cariñosa como de costumbre, entendió la afición de Huesca la disposición de Miguel Ángel, sus ganas de agradar, su honestidad, su entrega sincera, que terminó de expresar en el arrimón final, ya con el de El Pilar metido en la hondura de su querencia y con el torero exprimiéndole hasta la última acometida. Cobró una excelente estocada y se aseguró la puerta grande a las primeras de cambio.
Redondeó el diestro extremeño su balance final con un apéndice más cortado al segundo de su par, un toro sin clase, que soltó siempre la cara, con mal estilo, bruto y que, en consonancia, no se entregó nunca. Lejos de pasar página sin más, otra vez se fajó con él, siempre paciente, convencido para convencer, soportando brusquedades que sorteaba y corregía con un pulso impecable para que los derrotes del toro no tocaron nunca la muleta. Y otra vez, Huesca lo vio y lo valoró. Otra estocada entera de efecto más tardo, pero que no evitó la tercera oreja para Miguel Ángel Perera, a quien los aires del norte le sientan la mar de bien…
Se le da bien el norte este año a Miguel Ángel Perera. Allí están sucediendo algunas de sus tardes más rotundas, no ya en lo cualitativo, sino también en lo cuantitativo. Como en Pamplona por julio, también hoy en Huesca ha firmado una tarde de rúbrica material -en el marcador final- a lo hecho en el ruedo. Frente a un lote de toros de El Pilar que no fue la mejor materia prima precisamente. El primero de ellos tuvo nobleza, pero las fuerzas justas. El segundo, ni se entregó ni tuvo clase. Pero con los dos estuvo compacto y más que sólido, paciente y convencido de que en su canasto habría sitio para los dos. Y lo hubo.
Dicho queda que el primer toro de su par tuvo un buen fondo de nobleza, pero le fallaron demasiado las fuerzas. Ni se excusó ni se impacientó Perera, todo lo contrario, y, poco a poco, fue incrementando el metraje, la exigencia y la duración de las tandas, que el toro se fue tragando como si en cada una de ellas le insuflaran la energía que no se le adivinaba. El milagro del temple una vez más. Cariñosa como de costumbre, entendió la afición de Huesca la disposición de Miguel Ángel, sus ganas de agradar, su honestidad, su entrega sincera, que terminó de expresar en el arrimón final, ya con el de El Pilar metido en la hondura de su querencia y con el torero exprimiéndole hasta la última acometida. Cobró una excelente estocada y se aseguró la puerta grande a las primeras de cambio.
Redondeó el diestro extremeño su balance final con un apéndice más cortado al segundo de su par, un toro sin clase, que soltó siempre la cara, con mal estilo, bruto y que, en consonancia, no se entregó nunca. Lejos de pasar página sin más, otra vez se fajó con él, siempre paciente, convencido para convencer, soportando brusquedades que sorteaba y corregía con un pulso impecable para que los derrotes del toro no tocaron nunca la muleta. Y otra vez, Huesca lo vio y lo valoró. Otra estocada entera de efecto más tardo, pero que no evitó la tercera oreja para Miguel Ángel Perera, a quien los aires del norte le sientan la mar de bien…