Intentó por todos los medios Miguel Ángel Perera responder al precioso ambiente que hoy registró la Plaza de Toros de Teruel y a la expectación de su gente, que llenó por completo los tendidos. Pero fue imposible. Ni el toro de Rocío de la Cámara ni el de Fernando Sampedro se prestaron dentro de las prestaciones mínimas que precisa un torero del fondo de Miguel Ángel para sacar a flote su dimensión y enganchar con la gente. Los dos toros, siendo de sangres distintas, tuvieron en común su nobleza, pero también su falta de fuerzas. Al menos, el primero le permitió torear con seda y trazo, muy cuidado, pero, como mínimo, eso, torear a gusto. Y lo mató pronto. Pero el segundo, apenas le dejó más margen que cuidarlo en busca de la luz materializada en un puñado de embestidas francas que no aparecieron nunca. No cupo más porque más no había más, así que se apagó la tarde y el deseo de Perera de devolver a Teruel todo su cariño y sus ganas de toros. Queda pendiente…
Intentó por todos los medios Miguel Ángel Perera responder al precioso ambiente que hoy registró la Plaza de Toros de Teruel y a la expectación de su gente, que llenó por completo los tendidos. Pero fue imposible. Ni el toro de Rocío de la Cámara ni el de Fernando Sampedro se prestaron dentro de las prestaciones mínimas que precisa un torero del fondo de Miguel Ángel para sacar a flote su dimensión y enganchar con la gente. Los dos toros, siendo de sangres distintas, tuvieron en común su nobleza, pero también su falta de fuerzas. Al menos, el primero le permitió torear con seda y trazo, muy cuidado, pero, como mínimo, eso, torear a gusto. Y lo mató pronto. Pero el segundo, apenas le dejó más margen que cuidarlo en busca de la luz materializada en un puñado de embestidas francas que no aparecieron nunca. No cupo más porque más no había más, así que se apagó la tarde y el deseo de Perera de devolver a Teruel todo su cariño y sus ganas de toros. Queda pendiente…