3 de marzo de 2018
OLIVENZA
Feria Taurina 2018
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
GARCIGRANDE
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Alejandro Talavante
Ginés Marín
UN CHAPARRÓN DE VERDAD
Arreaba la lluvia incesante. Después de amagar varias veces, de asustar sin terminar de romper, el aguacero tomó su nombre y apretó en serio. Y ya no paró durante el tiempo que duró la segunda faena de Miguel Ángel Perera al incierto garcigrande, que ya con el capote se había quedado sin irse de los vuelos de los capotes, como agarrado, como enterándose. Metía la cara con promesa, pero no rompía hacia adelante. En la muleta no hizo sino prolongar ese comportamiento. Incómodo, soltando la cara y, casi siempre, quedándose corto. Cada pasada era un tirar la moneda al aire que el torero no rehuyó nunca. Se sentía la tensión en el ambiente. Y la importancia de todo lo que estaba sucediendo. Más aún cuando dejó Perera que el toro se fuera a la querencia de sus adentros para, allí, clavarse en el piso y confiarlo todo a la seguridad de sus muñecas y a la templanza de su corazón. Cada vez más en corto, cada vez más sin moverse. Sin ni siquiera dudar. Firme. Sólido como una roca. Un arrimón de ésos que traspasan el concepto de arrimón. Fue mucho más. Fue un despliegue de valor, de sinceridad y de seguridad sin cuento. Se lo pasaba Miguel Ángel por la barriga y lo esperaba que se volviera -o que se revolviera, más bien- para embarcarlo en su mando con un toque seco y preciso que era toreo puro. Por eso no fue lo de Miguel Ángel Perera en éste su segundo toro de la primera tarde del año sólo un arrimón. Fue un chaparrón de verdad, que lo fue ya hasta el final porque ni siquiera la muerte puso fácil el astado. Llevó su tiempo colocarlo para entrar con las mínimas garantías. De hecho, casi que se fue el torero detrás de la espada y de su seguridad sin que el toro estuviera entregado con las mínimas garantías. Lanzó la moneda al aire y cobró una estocada entera y arriba -la segunda de la tarde- que le supuso el triunfo final en el combate. Seguía lloviendo, pero apaciguó el frío que también hacía el clamor de poder y de verdad que Perera acababa de derrochar.
Al primero, que fue noblón pero mansito, le aplicó una dosis precisa de ese mando que también emana del temple y que sirve para transmitir seguridad a los toros que blandean y dudan. Y lo metió en el canasto, especialmente, en dos tandas por la derecha y otra luego al natural, que fueron un prodigio de pulso para sostener al de Garcigrande en la muleta y hacerle embestir más de lo que su voluntad quería. Al inicio, con el capote, lo toreó Miguel Ángel también con variedad, gusto y despaciosidad. La estocada fue poderosa, segura, rotunda. Con mucha verdad. Con esa verdad que hoy empapó por completo la primera tarde de Perera.
Plaza de Toros de OLIVENZA. Casi lleno. Se lidian toros de GARCIGRANDE.
MIGUEL ÁNGEL PERERA: oreja y oreja
Alejandro Talavante: oreja y oreja
Ginés Marín: oreja y oreja