Dice el refrán taurino que el toro lo descompone cuando el hombre propone. Propuso Miguel Ángel Perera en León, pero no encontró la justa recompensa. Su lote de toros estuvo por debajo de la actitud del pacense por triunfar y devolver al público mexicano todo el cariño que le tributa. Pero entre que no halló colaboración y que la espada anduvo destemplada, se quedó sin premio tangible.

 

Tuvo buena condición, noble sobre todo, su primer toro, de nombre Guanajuatense-199, pero le fallaron las fuerzas. Las tuvo muy justas y Miguel Ángel las midió siempre conduciendo su embestida muy toreada y despacio. Pudo torear más encajado al natural y firmó por ahí los pasajes de mayor calado. Cuando el toro ya se paró, Perera se lo enroscó al cuerpo anclando sus pies en la arena de León en muletazos templados como es marca de la casa. Podía haber cortado la oreja de no haberlo pinchado. Eso sí, la ovación fue rotunda.

 

Menos opciones tuvo en el quinto, que se llamaba Bajío Lindo, pero que no lo tuvo a tenor de su sosería. Lo intentó todo Miguel Ángel desde el principio, con un comienzo de faena con muletazos cambiados por la espalda, que sirvieron para constatar su total predisposición. Pero no tuvo clase el toro, a pesar de lo cual le arrancó pases sueltos que sí tuvieron enjundia y algo más de eco en el público, que reconoció al torero de Badajoz con otra ovación.

 

 

 

Dice el refrán taurino que el toro lo descompone cuando el hombre propone. Propuso Miguel Ángel Perera en León, pero no encontró la justa recompensa. Su lote de toros estuvo por debajo de la actitud del pacense por triunfar y devolver al público mexicano todo el cariño que le tributa. Pero entre que no halló colaboración y que la espada anduvo destemplada, se quedó sin premio tangible.

 

Tuvo buena condición, noble sobre todo, su primer toro, de nombre Guanajuatense-199, pero le fallaron las fuerzas. Las tuvo muy justas y Miguel Ángel las midió siempre conduciendo su embestida muy toreada y despacio. Pudo torear más encajado al natural y firmó por ahí los pasajes de mayor calado. Cuando el toro ya se paró, Perera se lo enroscó al cuerpo anclando sus pies en la arena de León en muletazos templados como es marca de la casa. Podía haber cortado la oreja de no haberlo pinchado. Eso sí, la ovación fue rotunda.

 

Menos opciones tuvo en el quinto, que se llamaba Bajío Lindo, pero que no lo tuvo a tenor de su sosería. Lo intentó todo Miguel Ángel desde el principio, con un comienzo de faena con muletazos cambiados por la espalda, que sirvieron para constatar su total predisposición. Pero no tuvo clase el toro, a pesar de lo cual le arrancó pases sueltos que sí tuvieron enjundia y algo más de eco en el público, que reconoció al torero de Badajoz con otra ovación.