El recibo con el capote al primero de la tarde: un derroche de torería por su quietud, manos bajas, cercanías, lentitud y variedad. El quite en los medios alternando gaoneras y saltilleras. El tercio de banderillas excepcional de la cuadrilla con Javier Ambel bordando la lidia de un toro y Curro Javier haciendo sonar la música para el segundo par después de un primero que puso en pie la Maestranza. La disposición y firmeza del inicio de faena a ese primero: largas y hondas las series aprovechando la calidad en la embestida de Celoso-155. El mando también de los naturales en los medios. La batalla planteada de verdad y sin cuentos en los terrenos de la mentira del toro cuando éste se rajó y huyó a tablas. Esa forma de jugarse el físico en cada muletazo dado con todas las ventajas para el toro: porque eran sus dominios y porque Perera ponía el cuerpo por delante de la propia muleta. El recibo a portagayola al segundo. El inicio de obra en el tercio convertido el torero en un eje pétreo a partir del que las muñecas lo dirigían todo. Ese llevarse el toro a los medios para marcar ya así quién mandaba en aquello. La verdad de nuevo ante lo incierto en miradas perdidas del toro y lo desentendida de su condición, obstáculos nimios que pudieran parecer a los ojos del espectador minimizados por esa forma abrumadora de imponerse. Los muletazos enjaretados profundos por ambos pitones aun cuando el de Victoriano entraba y salía sin estar nunca en la muleta... En definitiva, tantas cosas, tantos detalles, tanto contenido que forja la condición de quien es figura del toreo y de quien hoy dio en la Maestranza una de esas tardes que merece Sevilla...

 

 

La crónica de APLAUSOS 

 

El recibo con el capote al primero de la tarde: un derroche de torería por su quietud, manos bajas, cercanías, lentitud y variedad. El quite en los medios alternando gaoneras y saltilleras. El tercio de banderillas excepcional de la cuadrilla con Javier Ambel bordando la lidia de un toro y Curro Javier haciendo sonar la música para el segundo par después de un primero que puso en pie la Maestranza. La disposición y firmeza del inicio de faena a ese primero: largas y hondas las series aprovechando la calidad en la embestida de Celoso-155. El mando también de los naturales en los medios. La batalla planteada de verdad y sin cuentos en los terrenos de la mentira del toro cuando éste se rajó y huyó a tablas. Esa forma de jugarse el físico en cada muletazo dado con todas las ventajas para el toro: porque eran sus dominios y porque Perera ponía el cuerpo por delante de la propia muleta. El recibo a portagayola al segundo. El inicio de obra en el tercio convertido el torero en un eje pétreo a partir del que las muñecas lo dirigían todo. Ese llevarse el toro a los medios para marcar ya así quién mandaba en aquello. La verdad de nuevo ante lo incierto en miradas perdidas del toro y lo desentendida de su condición, obstáculos nimios que pudieran parecer a los ojos del espectador minimizados por esa forma abrumadora de imponerse. Los muletazos enjaretados profundos por ambos pitones aun cuando el de Victoriano entraba y salía sin estar nunca en la muleta... En definitiva, tantas cosas, tantos detalles, tanto contenido que forja la condición de quien es figura del toreo y de quien hoy dio en la Maestranza una de esas tardes que merece Sevilla...

 

 

La crónica de APLAUSOS