Sin palabras. Así ha dejado Miguel Ángel Perera a la afición de Albacete. No ha podido ser mejor su paso por la feria de este 2013. Si el pasado martes su triunfo fue rotundo, el de hoy no ha sido sino la constatación del momento que atraviesa su toreo. La plaza ha sido, hoy de nuevo, un clamor. La gente no hablaba; sólo sentía. Y así lo ha expresado cuando, en los albores de la tarde, se ha puesto en pié, para rendirse al torero, aun antes de coger éste la espada. 

 

No acababa de romper la tarde cuando salió Perera a recibir al toro por delantales. Un quite por tafalleras vinieron a decir "ché, que no lo he dicho todavía todo". Y así fue. Brindó al público, y citó al toro de largo en el centro del ruedo. Pases por la espalda, y la ligazón de la primera tanda. Ya estaba formado el lío. Pero lo mejor estaba por llegar, y vino de la mano más próxima al corazón. Qué quietud y qué temple. Y qué mano tan baja. Sí, volvió a ser con el toreo al natural cuando llegaron los mejores momentos. Ayudó en esta obra de arte el toro, aunque al final de la faena hiciera por rajarse, cosa que el torero no permitió. Gran estocada, hasta los gavilanes.

 

El sexto no apuntó buenas intenciones desde el principio. Además, de aspecto, era como un armario empotrado. Sin embargo, Perera lo volivó a brindar al público. Y se obró el milagro. El animal, reservón en las embestidas, quería ganar la batalla, pero se fue a encontrar con la muleta poderosa de un torero tocado por la gracia de Dios. ¡De qué forma lo ahormó por el pitón derecho! Por el pitón izquierdo reponía y derrotaba. De hecho, se llevó por delante a Perera, gracias a Dios, sin consecuencias. Y se volvió a plantar el torero en la cara del toro; más que en la cara, entre los mismísimos pitones, para terminar de reventar al toro también por ese pitón. Se puso la plaza en pié. Parecía un sueño ver torear así. Un pinchazo hondo, estocada y descabello no permitieron rematar la faena como hubiera sido de justicia. 

 

 

Sin palabras. Así ha dejado Miguel Ángel Perera a la afición de Albacete. No ha podido ser mejor su paso por la feria de este 2013. Si el pasado martes su triunfo fue rotundo, el de hoy no ha sido sino la constatación del momento que atraviesa su toreo. La plaza ha sido, hoy de nuevo, un clamor. La gente no hablaba; sólo sentía. Y así lo ha expresado cuando, en los albores de la tarde, se ha puesto en pié, para rendirse al torero, aun antes de coger éste la espada. 

 

No acababa de romper la tarde cuando salió Perera a recibir al toro por delantales. Un quite por tafalleras vinieron a decir "ché, que no lo he dicho todavía todo". Y así fue. Brindó al público, y citó al toro de largo en el centro del ruedo. Pases por la espalda, y la ligazón de la primera tanda. Ya estaba formado el lío. Pero lo mejor estaba por llegar, y vino de la mano más próxima al corazón. Qué quietud y qué temple. Y qué mano tan baja. Sí, volvió a ser con el toreo al natural cuando llegaron los mejores momentos. Ayudó en esta obra de arte el toro, aunque al final de la faena hiciera por rajarse, cosa que el torero no permitió. Gran estocada, hasta los gavilanes.

 

El sexto no apuntó buenas intenciones desde el principio. Además, de aspecto, era como un armario empotrado. Sin embargo, Perera lo volivó a brindar al público. Y se obró el milagro. El animal, reservón en las embestidas, quería ganar la batalla, pero se fue a encontrar con la muleta poderosa de un torero tocado por la gracia de Dios. ¡De qué forma lo ahormó por el pitón derecho! Por el pitón izquierdo reponía y derrotaba. De hecho, se llevó por delante a Perera, gracias a Dios, sin consecuencias. Y se volvió a plantar el torero en la cara del toro; más que en la cara, entre los mismísimos pitones, para terminar de reventar al toro también por ese pitón. Se puso la plaza en pié. Parecía un sueño ver torear así. Un pinchazo hondo, estocada y descabello no permitieron rematar la faena como hubiera sido de justicia.