20130809-cartelolivenza
2 de marzo de 2013
OLIVENZA
Feria de marzo
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
GARCIGRANDE Y DOMINGO HERNÁNDEZ
Juan José Padilla
El Juli
MIGUEL ÁNGEL PERERA
 
CUANDO SE TOREA CON EL CORAZÓN
 

Magnífico el ambiente en Olivenza; repleto de caras conocidas del mundo del toro llegados de muy diversos puntos de España, así como de grandes aficionados de Portugal. Largas colas para acceder a la recoleta plaza que puede presumir de congregar en sus tendidos a un público hambriento de toros tras el largo invierno que llena hasta la bandera cada festejo. Además, no de un público cualquiera, sino de esos que ponen toda su entrega en su apasionada afición. Para abrir boca, han recibido a la terna con una cariñosísima ovación que han salido los toreros a saludar a los medios.

 

Gustó el encierro de Garcigrande, salvo los que hiciereon de tercero y quinto, que fueron pitados en el arrastre, pues dieron al traste con las enormes ganas con las que El Juli y Perera estrenaban temporada.

 

El primero de Perera fue un toro que desde el comienzo tuvo una embestida descompuesta. Adoleció de fuerza de principio a fin, demostrando ser una res descastada. Magnífico en banderillas estuvo Joselito Gutiérrez. Bonito el detalle del torero de plata que quiso compartir ovación con Guillermo Barbero, que también estuvo muy acertado en su par. Quiso Miguel Ángel con todas sus fuerzas, pero no pudo hacer nada ante la adversidad del toro que le tocó en suerte. Estocada hasta la empuñadura, y algunas palmas de consuelo para aliviar la impotencia que tiene que suponer el no poder contra un muro de piedra.

 

Pero como los toros son magia, quiso la fortuna que a Perera le tocara un sexto toro que le permitió el lucimiento desde los primeros lances. No obstante, puso toda la carne en el asador el propio torero, que lo recibió con un afarolado rodillas en tierra. Se lo sacó a los medios por unas mecidas verónicas, y remató por tres veces con el capote recogido por la esclavina con la mano izquierda, que quedó muy lucido. El toro apretó en el caballo que montaba Paco Doblado, pero no quiso el picador castigarlo. Aguantó en la cabalgadura como un jabato, lo que le supuso una ovación.

 

Ante este gran ambiente, se puso Perera en el centro del ruedo con los pies clavados en la arena. Llamó al toro, y le lanceó con una chicuelina. Se mantuvo en el sitio, volvió a citar al toro, y el torero interpretó dos tafalleras. Pero ahí, en el mismo palmo de terrerno, y sólo rectificó la postura para colocarse el capote a la espalada y rematar con una gaonera. Todo ello lo hizo con las telas bien ceñidas a su cuerpo, dejándose rozar los muslos por los afilados pitones del de Garcigrande. Parte del público pegó un brinco de su localidad. La plaza estaba con él. Y él respondió haciendo tres cuartas de lo mismo. Tras ello, los tendidos se rindieron a sus pies.

 

Brindó al público. Colocó su montera entre las rayas de los picadores, y volvió al centro del redondel. Allí llamó al toro de largo, y cuando lo tenía ya bien cerca, le cambió la muleta y se la puso por detrás. ¡Con qué nobleza cambió el toro su búsqueda del engaño entonces! Mas el publico se estremeció, por lo que Perera calentó los cuerpos desde el primer muletazo. Acabada esa primera tanda, se oyó un cante por fandangos llegado desde un tendido. Perera tenía al toro colocado en suerte; él mismo tenía la colocación. Pero quiso que se escuchara el cante para justo llamar al animal cuando el cantaor concluyó su música. Entonces se enlazaron los vítores a la bonita voz con los olés a la tanda de torero en redondo y bien hilvanado de Perera. Sencillamente magistral.

 

Con el toreo al natural, el invierno no ha hecho en Perera sino seguir creciendo en temple y largura. Toreo puro, templado, acoplando perfectamente los ritmos del toro con los movimientos de su muleta. La plaza de Olivenza era una locura. Y entonces se escucharon estas palabras en la lejanía: "Perera está toreando con el corazón". Pero el toro se había entregado tanto que se rindió y le pidió la muerte al torero, que se enfiló perfectamente para ejecutar la suerte suprema. Otra estocada hasta los gavilanes y las dos orejas que el presidente no dudó en otorgar.

Plaza de toros de OLIVENZA (Badajoz). Lleno de "no hay billetes". Se lidian tres toros de Garcigrande (segundo, tercero y cuarto) y otros tres de Domingo Hernández (primero, quinto y sexto).
 
Juan José Padilla: leve petición y oreja.
El Juli: dos orejas y palmas. 
Miguel Ángel Perera: palmas y dos orejas.
 
Saludan en banderillas Joselito Gutíerrez y Fernando Barbero tras parear al tercero de la tarde.
 
 
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2 de marzo de 2013
OLIVENZA
Feria de marzo
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
GARCIGRANDE Y DOMINGO HERNÁNDEZ
Juan José Padilla
El Juli
MIGUEL ÁNGEL PERERA
 
CUANDO SE TOREA CON EL CORAZÓN
 

Magnífico el ambiente en Olivenza; repleto de caras conocidas del mundo del toro llegados de muy diversos puntos de España, así como de grandes aficionados de Portugal. Largas colas para acceder a la recoleta plaza que puede presumir de congregar en sus tendidos a un público hambriento de toros tras el largo invierno que llena hasta la bandera cada festejo. Además, no de un público cualquiera, sino de esos que ponen toda su entrega en su apasionada afición. Para abrir boca, han recibido a la terna con una cariñosísima ovación que han salido los toreros a saludar a los medios.

 

Gustó el encierro de Garcigrande, salvo los que hiciereon de tercero y quinto, que fueron pitados en el arrastre, pues dieron al traste con las enormes ganas con las que El Juli y Perera estrenaban temporada.

 

El primero de Perera fue un toro que desde el comienzo tuvo una embestida descompuesta. Adoleció de fuerza de principio a fin, demostrando ser una res descastada. Magnífico en banderillas estuvo Joselito Gutiérrez. Bonito el detalle del torero de plata que quiso compartir ovación con Guillermo Barbero, que también estuvo muy acertado en su par. Quiso Miguel Ángel con todas sus fuerzas, pero no pudo hacer nada ante la adversidad del toro que le tocó en suerte. Estocada hasta la empuñadura, y algunas palmas de consuelo para aliviar la impotencia que tiene que suponer el no poder contra un muro de piedra.

 

Pero como los toros son magia, quiso la fortuna que a Perera le tocara un sexto toro que le permitió el lucimiento desde los primeros lances. No obstante, puso toda la carne en el asador el propio torero, que lo recibió con un afarolado rodillas en tierra. Se lo sacó a los medios por unas mecidas verónicas, y remató por tres veces con el capote recogido por la esclavina con la mano izquierda, que quedó muy lucido. El toro apretó en el caballo que montaba Paco Doblado, pero no quiso el picador castigarlo. Aguantó en la cabalgadura como un jabato, lo que le supuso una ovación.

 

Ante este gran ambiente, se puso Perera en el centro del ruedo con los pies clavados en la arena. Llamó al toro, y le lanceó con una chicuelina. Se mantuvo en el sitio, volvió a citar al toro, y el torero interpretó dos tafalleras. Pero ahí, en el mismo palmo de terrerno, y sólo rectificó la postura para colocarse el capote a la espalada y rematar con una gaonera. Todo ello lo hizo con las telas bien ceñidas a su cuerpo, dejándose rozar los muslos por los afilados pitones del de Garcigrande. Parte del público pegó un brinco de su localidad. La plaza estaba con él. Y él respondió haciendo tres cuartas de lo mismo. Tras ello, los tendidos se rindieron a sus pies.

 

Brindó al público. Colocó su montera entre las rayas de los picadores, y volvió al centro del redondel. Allí llamó al toro de largo, y cuando lo tenía ya bien cerca, le cambió la muleta y se la puso por detrás. ¡Con qué nobleza cambió el toro su búsqueda del engaño entonces! Mas el publico se estremeció, por lo que Perera calentó los cuerpos desde el primer muletazo. Acabada esa primera tanda, se oyó un cante por fandangos llegado desde un tendido. Perera tenía al toro colocado en suerte; él mismo tenía la colocación. Pero quiso que se escuchara el cante para justo llamar al animal cuando el cantaor concluyó su música. Entonces se enlazaron los vítores a la bonita voz con los olés a la tanda de torero en redondo y bien hilvanado de Perera. Sencillamente magistral.

 

Con el toreo al natural, el invierno no ha hecho en Perera sino seguir creciendo en temple y largura. Toreo puro, templado, acoplando perfectamente los ritmos del toro con los movimientos de su muleta. La plaza de Olivenza era una locura. Y entonces se escucharon estas palabras en la lejanía: "Perera está toreando con el corazón". Pero el toro se había entregado tanto que se rindió y le pidió la muerte al torero, que se enfiló perfectamente para ejecutar la suerte suprema. Otra estocada hasta los gavilanes y las dos orejas que el presidente no dudó en otorgar.

Plaza de toros de OLIVENZA (Badajoz). Lleno de "no hay billetes". Se lidian tres toros de Garcigrande (segundo, tercero y cuarto) y otros tres de Domingo Hernández (primero, quinto y sexto).
 
Juan José Padilla: leve petición y oreja.
El Juli: dos orejas y palmas. 
Miguel Ángel Perera: palmas y dos orejas.
 
Saludan en banderillas Joselito Gutíerrez y Fernando Barbero tras parear al tercero de la tarde.
 
 
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