Sigue la racha de magisterio del diestro de La Puebla del Prior, a quien es una delicia seguir, pues se le ve con las cosas claras y muy centrado en lo que le tiene que hacer a cada toro. Esta tarde lo ha vuelto a repetir, dando una lección de dominio al desrazado segundo, con el que se ha mostrado muy firme. Muy complicado en los dos tercios iniciales, tampoco se dejaba al comienzo de faena. Pero Perera lo ha sabido someter hasta lograr pases de gran hondura. Oreja y fuerte petición de la segunda, cuya negativa ha provocado una sonora bronca hacia el palco.
Lo del quinto fue una maravilla, porque se sumó la nobleza y raza del animal con el poderío del torero. Se pudo lucir con el capote en los lances de recibo, y demostrar que el toreo soñado existe. Se le vio relajado, disfrutando, en perfecta conexión con el toro. Entregados el uno al otro. Estuvo mandón, pero a la vez, toreando con tal suavidad, que en vez de muletazos parecían olas que llegan con calma hasta la orilla del mar. Porque... ¡cómo se llevaba al toro! Citándolo en la cadera, y corriendo el brazo todo lo que le daba de sí para vaciarlo allí donde sólo una cintura privilegiada llega. Tandas de toreo por abajo, pausadas, sin hacer ni el más leve gesto brusco. Y el de Buenavista, ovedeciendo, pero con un puntito de casta que caló en los tendidos y que llevó al público a ponerse en pié a gritos de ¡torero, torero! Una estocada de magnífica ejecución y perfecta colocación no dieron lugar a dudas: los máximos trofeos para el diestro, y una calurosísima vuelta al ruedo para un más que digno rival.
Sebastián Castella: oreja y oreja.
Miguel Ángel Perera: oreja y dos orejas y rabo.
José Carlos Venegas: dos orejas y oreja.
Sigue la racha de magisterio del diestro de La Puebla del Prior, a quien es una delicia seguir, pues se le ve con las cosas claras y muy centrado en lo que le tiene que hacer a cada toro. Esta tarde lo ha vuelto a repetir, dando una lección de dominio al desrazado segundo, con el que se ha mostrado muy firme. Muy complicado en los dos tercios iniciales, tampoco se dejaba al comienzo de faena. Pero Perera lo ha sabido someter hasta lograr pases de gran hondura. Oreja y fuerte petición de la segunda, cuya negativa ha provocado una sonora bronca hacia el palco.
Lo del quinto fue una maravilla, porque se sumó la nobleza y raza del animal con el poderío del torero. Se pudo lucir con el capote en los lances de recibo, y demostrar que el toreo soñado existe. Se le vio relajado, disfrutando, en perfecta conexión con el toro. Entregados el uno al otro. Estuvo mandón, pero a la vez, toreando con tal suavidad, que en vez de muletazos parecían olas que llegan con calma hasta la orilla del mar. Porque... ¡cómo se llevaba al toro! Citándolo en la cadera, y corriendo el brazo todo lo que le daba de sí para vaciarlo allí donde sólo una cintura privilegiada llega. Tandas de toreo por abajo, pausadas, sin hacer ni el más leve gesto brusco. Y el de Buenavista, ovedeciendo, pero con un puntito de casta que caló en los tendidos y que llevó al público a ponerse en pié a gritos de ¡torero, torero! Una estocada de magnífica ejecución y perfecta colocación no dieron lugar a dudas: los máximos trofeos para el diestro, y una calurosísima vuelta al ruedo para un más que digno rival.
Sebastián Castella: oreja y oreja.
Miguel Ángel Perera: oreja y dos orejas y rabo.
José Carlos Venegas: dos orejas y oreja.