Palomo Linares salió al ruedo, vestido de lino blanco, para agradecer emocionado el homenaje que se le tributó. Toreros y cuadrillas en el ruedo, todos aplaudieron a quien ha sido una figura indiscutible del toreo.
En cuanto al balance artístico del festejo, la corrida de Buenavista tuvo sus matices; algunos toros adolecieron de mansedumbre, como el que te tocó en "suerte" a Perera en sexto lugar, animal aculado en tablas desde que salió de chiqueros. No quiso guerra en el peto de Francisco Doblado, y difícil lo puso a Joselito Gutiérrez a la hora de colocarlo en suerte para que Juan Sierra y Guillermo Barbero le pudieran clavar las banderillas. No hubo forma. El torero lo intentó por activa y por pasiva, pero resultó de todo punto imposible.
Donde sí rodaron las cosas fue en el tercero, un animal con cierta güasa, pero con empuje; tanto, que derribó a Ignacio Rodríguez del caballo, en el que se empleó. No obstante, Miguel Ángel pidió enseguida que se le retirara la puya y que se cambiara el tercio. Con el capote pudo interpretar verónicas a cámara lenta.
Ya con la muleta, el toro le permitió citar a distancia y recibirlo a pies juntos en las rayas de picar, desde donde se lo sacó a los medios. Tandas llenas de profundidad, con un recorrido inmenso, cogiendo la embestida de principio a fin y todo lo que daba de sí. Se adornó con molinetes y con un pase cambiado por al espalda cuando quiso exponerlo todo. Y es que es en los terrenos del toro donde el toreo de Perera hizo vibrar a un público que se entregó a su valor y a su arte. Un pinchazo en todo lo alto precedió a una gran estocada en el mismo sitio, lo que le hizo merecedor de dos orejas de ley.
Palomo Linares salió al ruedo, vestido de lino blanco, para agradecer emocionado el homenaje que se le tributó. Toreros y cuadrillas en el ruedo, todos aplaudieron a quien ha sido una figura indiscutible del toreo.
En cuanto al balance artístico del festejo, la corrida de Buenavista tuvo sus matices; algunos toros adolecieron de mansedumbre, como el que te tocó en "suerte" a Perera en sexto lugar, animal aculado en tablas desde que salió de chiqueros. No quiso guerra en el peto de Francisco Doblado, y difícil lo puso a Joselito Gutiérrez a la hora de colocarlo en suerte para que Juan Sierra y Guillermo Barbero le pudieran clavar las banderillas. No hubo forma. El torero lo intentó por activa y por pasiva, pero resultó de todo punto imposible.
Donde sí rodaron las cosas fue en el tercero, un animal con cierta güasa, pero con empuje; tanto, que derribó a Ignacio Rodríguez del caballo, en el que se empleó. No obstante, Miguel Ángel pidió enseguida que se le retirara la puya y que se cambiara el tercio. Con el capote pudo interpretar verónicas a cámara lenta.
Ya con la muleta, el toro le permitió citar a distancia y recibirlo a pies juntos en las rayas de picar, desde donde se lo sacó a los medios. Tandas llenas de profundidad, con un recorrido inmenso, cogiendo la embestida de principio a fin y todo lo que daba de sí. Se adornó con molinetes y con un pase cambiado por al espalda cuando quiso exponerlo todo. Y es que es en los terrenos del toro donde el toreo de Perera hizo vibrar a un público que se entregó a su valor y a su arte. Un pinchazo en todo lo alto precedió a una gran estocada en el mismo sitio, lo que le hizo merecedor de dos orejas de ley.