La corrida de El Puerto de San Lorenzo no estaba dando muchas facilidades; de embestidas broncas y deslucidas las de los dos primeros, no cambió la del tercero. Ya de salida mostró muy poca fijeza, y no tragó con capotazo alguno. En el caballo no se empleó apenas, y en banderillas hizo caso omiso. Aun así, Perera no dudó ni un segundo en ponerse de verdad, con la firmeza de siempre, exponiendo desde el primer momento.
Molestaba el viento, que no paró de complicar las cosas durante toda la tarde, y en una serie por la mano derecha, la muleta descubrió un poco al torero, momento en el que el toro aprovechó para dar un cabezazo con todas sus fuerzas. Echó por alto al torero, ya prendido en su muslo derecho. Miguel Ángel cayó al suelo, y se levantó cojeando. La sangre comenzó a brotar. Pero el torero pidió de nuevo la muleta, y se fue al toro a plantarle cara, como si nada hubiera pasado. Se vino arriba ante el dolor físico demostrando que cuando se quiere, se puede, a pesar de los pesares. Y no cesó en su empeño de sacar pases que calaran en los tendidos, llenos de verdad y de pureza. La espada entró hasta la empuñadura, y le fueron concedidas las dos orejas de manera indudable que el torero quiso recoger en los medios antes de pasar a la enfermería.
Una vez en manos del equipo médico, se pudo observar que llevaba una cornada limpia pero grande, de una extensión de 23 centímetros que afecta al músculo sartorio, semitendinoso y semimembranoso, de pronóstico grave.
La corrida de El Puerto de San Lorenzo no estaba dando muchas facilidades; de embestidas broncas y deslucidas las de los dos primeros, no cambió la del tercero. Ya de salida mostró muy poca fijeza, y no tragó con capotazo alguno. En el caballo no se empleó apenas, y en banderillas hizo caso omiso. Aun así, Perera no dudó ni un segundo en ponerse de verdad, con la firmeza de siempre, exponiendo desde el primer momento.
Molestaba el viento, que no paró de complicar las cosas durante toda la tarde, y en una serie por la mano derecha, la muleta descubrió un poco al torero, momento en el que el toro aprovechó para dar un cabezazo con todas sus fuerzas. Echó por alto al torero, ya prendido en su muslo derecho. Miguel Ángel cayó al suelo, y se levantó cojeando. La sangre comenzó a brotar. Pero el torero pidió de nuevo la muleta, y se fue al toro a plantarle cara, como si nada hubiera pasado. Se vino arriba ante el dolor físico demostrando que cuando se quiere, se puede, a pesar de los pesares. Y no cesó en su empeño de sacar pases que calaran en los tendidos, llenos de verdad y de pureza. La espada entró hasta la empuñadura, y le fueron concedidas las dos orejas de manera indudable que el torero quiso recoger en los medios antes de pasar a la enfermería.
Una vez en manos del equipo médico, se pudo observar que llevaba una cornada limpia pero grande, de una extensión de 23 centímetros que afecta al músculo sartorio, semitendinoso y semimembranoso, de pronóstico grave.