Miguel Ángel Perera sigue escribiendo páginas brillantes en la historia del toreo y en su particular trayectoria. Esta vez lo ha hecho indultando al toro Pitito, de la ganadería de Valdefresno, marcado con el número 43, con 547 kilos de peso. Fue en la plaza de toros de Palencia, en el segundo festejo de su Feria de San Antolín.

Acontecimiento histórico, por lo que supone siempre el hecho de lograr el perdón de la vida para un bravo animal pero, además, por tratarse del primer indulto concedido en la historia de la plaza de toros palentina. Los nombres de Perera y Pitito han quedado ya escritos en los anales de la historia del toreo y del coso castellano.

Miguel Ángel Perera cuajó una excelente faena a éste ejemplar, el último de una buena corrida de Valdefresno, con el que desplegó lo mejor de su tauromaquia. Toreo de valor, de gusto, de empaque, conjunción de toro y torero para crear una bella obra de arte en la que el torero se rompió toreando por los dos pitones con cadencia, mano baja y especialmente temple, mucho temple. No es fácil acoplarse a las bravas embestidas de un toro encastado y bravo, y Perera lo hizo. Lo llevó muy despacio, en series largas, de hasta ocho muletazos, algunas, consiguiendo así enloquecer al público palentino, que de mitad de faena en adelante vivió el momento levantado de sus asientos, hasta que de forma espontanea se comenzó a pedir un indulto, justo y merecido, que el presidente, un usía con sensibilidad, concedió.

Antes, al tercero de la tarde, Perera le había cortado una oreja. Aquel fue un toro rajadito desde el principio, al que abrió faena con los clásicos pases cambiados en el centro del anillo. Después lo toreó con despaciosidad hasta que el animal se fue apagando en su recorrido y el torero optó por acortar distancias para meterse entre pitones. Una gran tarde la de Perera en Palencia, difícil de olvidar para todos aquellos que la vivieron.

Miguel Ángel Perera sigue escribiendo páginas brillantes en la historia del toreo y en su particular trayectoria. Esta vez lo ha hecho indultando al toro Pitito, de la ganadería de Valdefresno, marcado con el número 43, con 547 kilos de peso. Fue en la plaza de toros de Palencia, en el segundo festejo de su Feria de San Antolín.

Acontecimiento histórico, por lo que supone siempre el hecho de lograr el perdón de la vida para un bravo animal pero, además, por tratarse del primer indulto concedido en la historia de la plaza de toros palentina. Los nombres de Perera y Pitito han quedado ya escritos en los anales de la historia del toreo y del coso castellano.

Miguel Ángel Perera cuajó una excelente faena a éste ejemplar, el último de una buena corrida de Valdefresno, con el que desplegó lo mejor de su tauromaquia. Toreo de valor, de gusto, de empaque, conjunción de toro y torero para crear una bella obra de arte en la que el torero se rompió toreando por los dos pitones con cadencia, mano baja y especialmente temple, mucho temple. No es fácil acoplarse a las bravas embestidas de un toro encastado y bravo, y Perera lo hizo. Lo llevó muy despacio, en series largas, de hasta ocho muletazos, algunas, consiguiendo así enloquecer al público palentino, que de mitad de faena en adelante vivió el momento levantado de sus asientos, hasta que de forma espontanea se comenzó a pedir un indulto, justo y merecido, que el presidente, un usía con sensibilidad, concedió.

Antes, al tercero de la tarde, Perera le había cortado una oreja. Aquel fue un toro rajadito desde el principio, al que abrió faena con los clásicos pases cambiados en el centro del anillo. Después lo toreó con despaciosidad hasta que el animal se fue apagando en su recorrido y el torero optó por acortar distancias para meterse entre pitones. Una gran tarde la de Perera en Palencia, difícil de olvidar para todos aquellos que la vivieron.