20181011 zaragoza02
11 de octubre de 2018
ZARAGOZA
Feria de la VIRGEN DEL PILAR
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
ADOLFO MARTÍN
Antonio Ferrera
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Serranito
  
EXPECTATIVA FRUSTRADA
 

Tarde de frustración la de hoy en Zaragoza para Miguel Ángel Perera. Porque frustra aquello de lo que se espera tanto. Cuando un torero apuesta por anunciarse en una plaza de primera con una ganadería como la de Adolfo Martín, evidentemente, lo hace buscando dar ese golpe de efecto que sirve de broche adecuado al final de campaña. Pero, lejos de ello, pasó lo contrario y la expectativa y la expectación se fueron diluyendo en medio del escaso juego de sus dos toros. El primero, que se empleó con clase en los primeros tercios y en los compases iniciales de la faena de muleta, se paró demasiado pronto. El segundo, ya desde sus encuentros con los capotes –ya fueran del matador, ya de su cuadrilla- atesoró una alarmante falta de raza que no hizo sino acentuarse.

 

Se despertaron buenos augurios ante el primero. Porque, tanto en el recibo a la verónica como en el quite posterior por delantales, hubo humillación en la forma de emplearse del ejemplar de Adolfo, además de clase. Y lo lanceó Miguel Ángel con tersura y manos muy bajas y un ritmo ralentizado que dejaba ver cada capotazo con evidente claridad. Se lucieron Javier Ambel y Guillermo Barbero en banderillas como también Curro Javier en la brega. Los primeros, se desmonteraron. El segundo, recogió aplausos al final de cada lance. Así las cosas, los augurios crecieron en forma de cierta esperanza. Y Perera extendió al manejo de la franela ese mismo ritmo al ralentí que le daba eco y solemnidad a cada pase. Había un pero: y es que el de Adolfo aceptaba de buen grado los dos primeros, pero ya ante el tercero se lo pensaba hasta que se terminó parando. Se pasó entonces de los oles que retumbaban en el cielo semicerrado del Coso de la Misericordia al desencanto porque el toro echó el freno a su ímpetu y a la propia vida de la faena. Cuando ya quedó probado que no había más que lo expuesto, cobró el diestro una estocada entera para finiquitar una faena premiada con la ovación del público.

 

Que el segundo no iba a servir quedó puesto de manifiesto muy pronto. El toro no sólo no se empleó nunca ante los capotes, sino que salía de ellos desentendido y soso. Eso sí, cortaba y medía, así que no todo era falta de emoción. Lo probó Miguel Ángel Perera tratando de hallar esas teclas precisas para afinarlo, pero no halló ni eco ni recompensa y el público empezó a impacientarse. Probada la nada, abrevió con la espada y hubo el torero de asumir la frustración propia de cuando se espera tanto y no pasa nada.

 

Plaza de Toros de ZARAGOZA. Tres cuartos de entrada. Se lidian toros de ADOLFO MARTÍN
 
Antonio Ferrera: oreja y vuelta tras fuerte petición de oreja
Miguel Ángel Perera:  ovación y silencio  
Serranito: ovación y palmas
 
20181011 zaragoza02
11 de octubre de 2018
ZARAGOZA
Feria de la VIRGEN DEL PILAR
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
ADOLFO MARTÍN
Antonio Ferrera
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Serranito
  
EXPECTATIVA FRUSTRADA
 

Tarde de frustración la de hoy en Zaragoza para Miguel Ángel Perera. Porque frustra aquello de lo que se espera tanto. Cuando un torero apuesta por anunciarse en una plaza de primera con una ganadería como la de Adolfo Martín, evidentemente, lo hace buscando dar ese golpe de efecto que sirve de broche adecuado al final de campaña. Pero, lejos de ello, pasó lo contrario y la expectativa y la expectación se fueron diluyendo en medio del escaso juego de sus dos toros. El primero, que se empleó con clase en los primeros tercios y en los compases iniciales de la faena de muleta, se paró demasiado pronto. El segundo, ya desde sus encuentros con los capotes –ya fueran del matador, ya de su cuadrilla- atesoró una alarmante falta de raza que no hizo sino acentuarse.

 

Se despertaron buenos augurios ante el primero. Porque, tanto en el recibo a la verónica como en el quite posterior por delantales, hubo humillación en la forma de emplearse del ejemplar de Adolfo, además de clase. Y lo lanceó Miguel Ángel con tersura y manos muy bajas y un ritmo ralentizado que dejaba ver cada capotazo con evidente claridad. Se lucieron Javier Ambel y Guillermo Barbero en banderillas como también Curro Javier en la brega. Los primeros, se desmonteraron. El segundo, recogió aplausos al final de cada lance. Así las cosas, los augurios crecieron en forma de cierta esperanza. Y Perera extendió al manejo de la franela ese mismo ritmo al ralentí que le daba eco y solemnidad a cada pase. Había un pero: y es que el de Adolfo aceptaba de buen grado los dos primeros, pero ya ante el tercero se lo pensaba hasta que se terminó parando. Se pasó entonces de los oles que retumbaban en el cielo semicerrado del Coso de la Misericordia al desencanto porque el toro echó el freno a su ímpetu y a la propia vida de la faena. Cuando ya quedó probado que no había más que lo expuesto, cobró el diestro una estocada entera para finiquitar una faena premiada con la ovación del público.

 

Que el segundo no iba a servir quedó puesto de manifiesto muy pronto. El toro no sólo no se empleó nunca ante los capotes, sino que salía de ellos desentendido y soso. Eso sí, cortaba y medía, así que no todo era falta de emoción. Lo probó Miguel Ángel Perera tratando de hallar esas teclas precisas para afinarlo, pero no halló ni eco ni recompensa y el público empezó a impacientarse. Probada la nada, abrevió con la espada y hubo el torero de asumir la frustración propia de cuando se espera tanto y no pasa nada.

 

Plaza de Toros de ZARAGOZA. Tres cuartos de entrada. Se lidian toros de ADOLFO MARTÍN
 
Antonio Ferrera: oreja y vuelta tras fuerte petición de oreja
Miguel Ángel Perera:  ovación y silencio  
Serranito: ovación y palmas
 
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