Tras el agradable receso que han sido los dos festivales en Villafranca de los Barros y Albacete, vuelve la temporada de Miguel Ángel Perera al pulso de las grandes citas. De esos compromisos que comprometen de verdad cada año, que marcan tendencias y definen momentos. Y de entre ellos, por supuesto, Madrid. La plaza por excelencia. La que quita y moldea a la vez el sueño de los toreros. Un reto siempre, la mayor responsabilidad. Más aún si, como es el caso, la última vez fue tan inolvidable.
Da igual la circunstancia en la que cada torero llegue a Las Ventas. Pesa. Por eso obliga a lo máximo. En lo físico, en lo mental y en lo artístico. La exigencia es total. Y el torero, como mejor se refuerza frente a ella es toreando. En el campo, donde la ausencia de prisas permite el reposo de la búsqueda. Ante días como Madrid, el torero necesita saber lleno su fondo, sólida la confianza, fresca la mente. Y el toreo es siempre la vitamina que ayuda a todo ello. Por eso Miguel Ángel Perera no ha parado de torear estos días. Hasta el punto de organizar su camino desde Olivenza a Albacete –para participar del homenaje a Dámaso González- y de Albacete a Olivenza a partir de un intenso calendario de encuentros en el campo. Para entrenar y para afinar. Para pulir y para perfeccionar. Para calibrar y para colmar las sensaciones. Por ejemplo –y como muestras, todas las fotografías de Miguel López- , Perera hizo escala estos días en ganaderías como Alcurrucén, Daniel Ruiz y Zacarías Moreno. Casas donde siempre es bienvenido y donde el torero se siente a gusto. Y donde torea a gusto. Donde puede expresarse y hacerse preguntas que responder con el toreo como respuesta. Han sido mañanas y tardes de intenso trabajo, de no parar, de sentir su propio tacto y tomar el tacto más apropiado al pulso del toreo.
De cómo se siente Perera hablan solas las imágenes. Son ellas la mejor expresión, la explicación más cierta. Miguel Ángel vuelve en días a Madrid y lo hace pleno. Fino. Fuerte. Con el compás bien templado. Listo. Ilusionado. Toca revalidar y seguir conquistando, que aquí la batalla se libra a diario. Sin remisión ni pausa. El momento es bueno porque el fondo está lleno; la confianza, sólida y la mente, fresca. Como requiere Madrid. Como necesita el torero. Pasen y sientan!
Tras el agradable receso que han sido los dos festivales en Villafranca de los Barros y Albacete, vuelve la temporada de Miguel Ángel Perera al pulso de las grandes citas. De esos compromisos que comprometen de verdad cada año, que marcan tendencias y definen momentos. Y de entre ellos, por supuesto, Madrid. La plaza por excelencia. La que quita y moldea a la vez el sueño de los toreros. Un reto siempre, la mayor responsabilidad. Más aún si, como es el caso, la última vez fue tan inolvidable.
Da igual la circunstancia en la que cada torero llegue a Las Ventas. Pesa. Por eso obliga a lo máximo. En lo físico, en lo mental y en lo artístico. La exigencia es total. Y el torero, como mejor se refuerza frente a ella es toreando. En el campo, donde la ausencia de prisas permite el reposo de la búsqueda. Ante días como Madrid, el torero necesita saber lleno su fondo, sólida la confianza, fresca la mente. Y el toreo es siempre la vitamina que ayuda a todo ello. Por eso Miguel Ángel Perera no ha parado de torear estos días. Hasta el punto de organizar su camino desde Olivenza a Albacete –para participar del homenaje a Dámaso González- y de Albacete a Olivenza a partir de un intenso calendario de encuentros en el campo. Para entrenar y para afinar. Para pulir y para perfeccionar. Para calibrar y para colmar las sensaciones. Por ejemplo –y como muestras, todas las fotografías de Miguel López- , Perera hizo escala estos días en ganaderías como Alcurrucén, Daniel Ruiz y Zacarías Moreno. Casas donde siempre es bienvenido y donde el torero se siente a gusto. Y donde torea a gusto. Donde puede expresarse y hacerse preguntas que responder con el toreo como respuesta. Han sido mañanas y tardes de intenso trabajo, de no parar, de sentir su propio tacto y tomar el tacto más apropiado al pulso del toreo.
De cómo se siente Perera hablan solas las imágenes. Son ellas la mejor expresión, la explicación más cierta. Miguel Ángel vuelve en días a Madrid y lo hace pleno. Fino. Fuerte. Con el compás bien templado. Listo. Ilusionado. Toca revalidar y seguir conquistando, que aquí la batalla se libra a diario. Sin remisión ni pausa. El momento es bueno porque el fondo está lleno; la confianza, sólida y la mente, fresca. Como requiere Madrid. Como necesita el torero. Pasen y sientan!