La temporada ha llegado a uno de sus cenit. Después de Sevilla, el toreo entero se juega los cuartos del futuro inmediato en Madrid, por San Isidro. No hay tregua. No puede haberla. Hay demasiado en juego. Quienes dominan la élite, defienden su sitio. Quienes aspiran a ella, tratan de demostrar que en ella está en su sitio. Los jóvenes se reivindican como verdaderos dueños de lo que está por venir. Y a quienes las circunstancias les tienen con todo por conseguir, todo lo exponen por conseguir cuanto necesitan. Lo dicho: no hay tregua. No la hay en la plaza, pero tampoco en la mente de los toreros. Ni en su corazón. Lo reflejarán o no del alma hacia fuera, pero Madrid les pone el alma en carne viva.
Así las cosas, nada refuerza ni reconforta más a un torero que la pausa del campo. Ese torear sin más presión que torear cada vez mejor. Que profundizar, que descubrir. Porque un torero nunca está completo en lo que tiene: siempre busca más porque sabe que en ese más va todo lo que busca ser como torero. Como ejemplo, Miguel Ángel Perera. Para él, torear es una necesidad profesional y personal. Su tiempo –largo ya- junto a Fernando Cepeda le ha hecho entender y apreciar la importancia del toreo de salón y del toreo en el campo. Es el laboratorio, el lugar donde la alquimia se convierte en materia. Entre una y otra cita en Madrid, Perera no ha parado de hacer campo. Casi ni un día. Ya sea en Los Cansaos –su refugio-, ya en tantas ganaderías donde Miguel Ángel siempre se sintió como si su refugio fuera. Y en tantos días de toreo, Perera ha ido templando su concepto y su sentimiento da cara a la gran prueba –una más queda- que siempre es Las Ventas.
Sin opción alguna el pasado 17 de mayo, la contrariedad con que se topó sí le dejó mostrar, al menos, que está fuerte de cabeza y de corazón. Que está seguro. Sólido. Firme. Capaz. Preparado. Luego tendrá la suerte que romper hacia delante. Ya toca, que 2014 va quedando lejos… El miércoles 31 es el objetivo, aunque antes, Cáceres el domingo. El regreso a una plaza que, por fortuna, vuelve a abrir sus puertas a su razón de ser tras la sinrazón que el año pasado la dejó sin toros. Y estará Miguel Ángel. Presto a echar a volar su momento. Un momento bonito y pleno. Sólo queda que en Madrid, la suerte, que tanto cuenta, rompa hacia delante en forma de un buen puñado de embestidas.
La temporada ha llegado a uno de sus cenit. Después de Sevilla, el toreo entero se juega los cuartos del futuro inmediato en Madrid, por San Isidro. No hay tregua. No puede haberla. Hay demasiado en juego. Quienes dominan la élite, defienden su sitio. Quienes aspiran a ella, tratan de demostrar que en ella está en su sitio. Los jóvenes se reivindican como verdaderos dueños de lo que está por venir. Y a quienes las circunstancias les tienen con todo por conseguir, todo lo exponen por conseguir cuanto necesitan. Lo dicho: no hay tregua. No la hay en la plaza, pero tampoco en la mente de los toreros. Ni en su corazón. Lo reflejarán o no del alma hacia fuera, pero Madrid les pone el alma en carne viva.
Así las cosas, nada refuerza ni reconforta más a un torero que la pausa del campo. Ese torear sin más presión que torear cada vez mejor. Que profundizar, que descubrir. Porque un torero nunca está completo en lo que tiene: siempre busca más porque sabe que en ese más va todo lo que busca ser como torero. Como ejemplo, Miguel Ángel Perera. Para él, torear es una necesidad profesional y personal. Su tiempo –largo ya- junto a Fernando Cepeda le ha hecho entender y apreciar la importancia del toreo de salón y del toreo en el campo. Es el laboratorio, el lugar donde la alquimia se convierte en materia. Entre una y otra cita en Madrid, Perera no ha parado de hacer campo. Casi ni un día. Ya sea en Los Cansaos –su refugio-, ya en tantas ganaderías donde Miguel Ángel siempre se sintió como si su refugio fuera. Y en tantos días de toreo, Perera ha ido templando su concepto y su sentimiento da cara a la gran prueba –una más queda- que siempre es Las Ventas.
Sin opción alguna el pasado 17 de mayo, la contrariedad con que se topó sí le dejó mostrar, al menos, que está fuerte de cabeza y de corazón. Que está seguro. Sólido. Firme. Capaz. Preparado. Luego tendrá la suerte que romper hacia delante. Ya toca, que 2014 va quedando lejos… El miércoles 31 es el objetivo, aunque antes, Cáceres el domingo. El regreso a una plaza que, por fortuna, vuelve a abrir sus puertas a su razón de ser tras la sinrazón que el año pasado la dejó sin toros. Y estará Miguel Ángel. Presto a echar a volar su momento. Un momento bonito y pleno. Sólo queda que en Madrid, la suerte, que tanto cuenta, rompa hacia delante en forma de un buen puñado de embestidas.