El reloj de la plaza de Bilbao atrasa. O va retrasado. Como si fuera el reloj de la fiesta misma. No pasa el tiempo por Miguel Ángel Perera -19 años de alternativa ya-, dueño y señor de la tarde de este martes con una importancia superlativa. Una exhibición de temple, poder y valor de plomo que se saldó con una única oreja por culpa de la traicionera espada. Sólo por ella no abandonó Vista Alegre en volandas después de imponerse a la fiereza de un toro que tiró con todo. Una batalla bárbara con aquella violencia de complicadísimo sometimiento.
Cuando sonaron los clarines hacía una hora que se había regado el ruedo. Y, claro, con estos calores, la polvareda que se levantaba ya en el primer toro se hacía molesta. A su muerte, mientras Miguel Ángel Perera paseaba la oreja, volvieron a conectar la manguera a la boca de riego. Escribí en Pamplona, precisamente en la corrida de Fuente Ymbro, que la suerte de Ricardo Gallardo se llama Perera. Y esto volvió a suceder con un toro al que, como a aquellos pamplonicas, le potenció las virtudes -fijeza, prontitud, nobleza- sobre las carencias -poder contado y medido, el celo preciso y menguante y una mano lesionada-. El temple como arma de seducción masiva para concederle todo lo que le faltaba. MAP lo tumbó de un espadazo, y lo aplaudieron en el arrastre.
Miguel Ángel Perera ofreció para completar su tarde la otra cara de su concepto, la del torero poderoso, tremendamente importante, con un toro que exigía el carnet. De más disparo que entrega, siempre escondiendo algo. Silbaban las balas, la repetición de ametralladora, violenta, trallera, a veces por dentro. Tanto que la amplia cuerna parecía que se lo llevaría puesto más antes que después. Perera impuso una quietud de roca, ni una renuncia, la muleta siempre puesta, el mando y el gobierno, todo por abajo. Y ni una sola vez le tocó el volcánico y agresivo fuenteymbro el engaño. Otra vez el temple como arma de seducción masiva. De otro modo. Trepó la emoción de lo auténtico. Hasta que en la última serie sobre la mano derecha MAP lo reventó por completo, haciendo rugir Vista Alegre. Tal fue el poderío del tipo que el toro pareció, por fin, entregarse, tragándose la rabia, una furia ciega. Fue injusto el metisaca en los bajos para faena tan de verdad y torero tan importante. Que ya está escrito.
VICENTE ZABALA DE LA SERNA, El Mundo Toros
El reloj de la plaza de Bilbao atrasa. O va retrasado. Como si fuera el reloj de la fiesta misma. No pasa el tiempo por Miguel Ángel Perera -19 años de alternativa ya-, dueño y señor de la tarde de este martes con una importancia superlativa. Una exhibición de temple, poder y valor de plomo que se saldó con una única oreja por culpa de la traicionera espada. Sólo por ella no abandonó Vista Alegre en volandas después de imponerse a la fiereza de un toro que tiró con todo. Una batalla bárbara con aquella violencia de complicadísimo sometimiento.
Cuando sonaron los clarines hacía una hora que se había regado el ruedo. Y, claro, con estos calores, la polvareda que se levantaba ya en el primer toro se hacía molesta. A su muerte, mientras Miguel Ángel Perera paseaba la oreja, volvieron a conectar la manguera a la boca de riego. Escribí en Pamplona, precisamente en la corrida de Fuente Ymbro, que la suerte de Ricardo Gallardo se llama Perera. Y esto volvió a suceder con un toro al que, como a aquellos pamplonicas, le potenció las virtudes -fijeza, prontitud, nobleza- sobre las carencias -poder contado y medido, el celo preciso y menguante y una mano lesionada-. El temple como arma de seducción masiva para concederle todo lo que le faltaba. MAP lo tumbó de un espadazo, y lo aplaudieron en el arrastre.
Miguel Ángel Perera ofreció para completar su tarde la otra cara de su concepto, la del torero poderoso, tremendamente importante, con un toro que exigía el carnet. De más disparo que entrega, siempre escondiendo algo. Silbaban las balas, la repetición de ametralladora, violenta, trallera, a veces por dentro. Tanto que la amplia cuerna parecía que se lo llevaría puesto más antes que después. Perera impuso una quietud de roca, ni una renuncia, la muleta siempre puesta, el mando y el gobierno, todo por abajo. Y ni una sola vez le tocó el volcánico y agresivo fuenteymbro el engaño. Otra vez el temple como arma de seducción masiva. De otro modo. Trepó la emoción de lo auténtico. Hasta que en la última serie sobre la mano derecha MAP lo reventó por completo, haciendo rugir Vista Alegre. Tal fue el poderío del tipo que el toro pareció, por fin, entregarse, tragándose la rabia, una furia ciega. Fue injusto el metisaca en los bajos para faena tan de verdad y torero tan importante. Que ya está escrito.
VICENTE ZABALA DE LA SERNA, El Mundo Toros