1 de abril de 2018
ARLES
Feria de PASCUA
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
JANDILLA
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Ginés Marín
Andy Younes
ARLES SE ENAMORA DE PERERA
Era el día del regreso de Miguel Ángel Perera al Coliseo y toreó para ya no irse nunca. Más que para conquistar, toreó para enamorar. Para hacer a Arles cautiva de su momento dulce. Le ayudó un gran toro, Licenciado-119, de Jandilla. Un toro de gran clase, que se vino largo y entregado y que se fue con la misma sinceridad tras los vuelos de los trastos del torero, amante como es de volar sus vuelos más allá de lo que es común. Ya había lucido al toro en el capote, con el que Perera se desenvolvió con el ajuste que propicia torear desde las muñecas. Y se lo pasó muy cerca en una tanda de chicuelinas de encaje perfecto. Brindó Miguel Ángel a Juan Bautista, no al empresario, sino al amigo que hace apenas dos días ha perdido a su padre. Se lo brindó porque sabía el extremeño que lo iba a cuajar. Y así lo hizo. Empezó con cambiados por la espalda sin importarle que el aire le importunara. Mucho más férreo que el viento era su convencimiento y su decisión por disfrutar. Puso así el ambiente en ese punto sostenido y alto de expectación que es tan bonito para envolver las faenas. Y, a continuación, fue fluyendo ésta en series también perfectas por los dos pitones con el común denominador de la medida exacta del tiempo, del ritmo y del compás. Cada muletazo, ya fuera por un pitón o el otro, era una nota dicha en su momento más preciso, con lo que la sinfonía fue emergiendo, delicada y deliciosa, suave y sedosa, de caricia en caricia. Como se empieza a querer. Citaba de lejos Miguel Ángel y se traía embarcado desde tan lejos a Licenciado para luego, ya con el toro metido en los flecos de la pañosa, encajar la cintura, hundir el mentón y bambolear el cuerpo al unísono yéndose detrás de la embestida toreada por completo. Los pases de pecho -como es propio en Perera-, más que rúbrica, fueron broches de oro. Antes de terminar, quiso Miguel Ángel sentirse como una piedra más del Coliseo y se quedó pétreo como todas ellas para torear ya sólo y aún más con las muñecas y con la cintura. Mató según las reglas y Arles, entregada, le concedió el doble premio de la Puerta Grande.
Una oreja más pudo cortar el diestro de Badajoz de su segundo, al que también disfrutó con el capote, en un quite muy despacioso por tafalleras, en el que cada lance barría por entero el lomo del toro de Jandilla. Saludó Javier Ambel en banderillas y empezó su matador la faena doblándose por bajo. Se quedaba más corto su oponente que el anterior, con menos clase y con menos gracia. Le costaba romper hacia adelante, aunque alguna vez lo hizo desengañado por el trazo largo y mandón de los muletazos a los que nunca renunció Miguel Ángel, que trató al de Jandilla mejor de lo que era. De haberlo matado más preciso, habría obtenido un apéndice porque, con todo, incluso hubo una leve petición para ello que no cuajó. Aunque para cuajo todo lo hecho antes, con lo que Perera había cautivado a Arles, de la que se fue a hombros con el pensamiento ya en volver pronto.
Plaza de Toros de ARLES. Media entrada. Se lidian toros de JANDILLA. Indultado el sexto toro, de nombre Lastimoso-80.
Miguel Ángel Perera: dos orejas y ovación tras petición
Ginés Marín: vuelta y oreja
Andy Younes: ovación y dos orejas simbólicas