22 de enero de 2017
MÉXICO DF
Temporada Grande
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
MONTECRISTO
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Juan Pablo Sánchez
Diego Silveti
QUEDA PENDIENTE, MÉXICO...
No vinieron hoy ni la justicia ni la fortuna al encuentro con Miguel Ángel Perera en esta segunda presencia suya en la Plaza México. Se queda a medias el torero en su propia expectativa para con una plaza y un público al que quiere mucho. Por eso volvió. Pero tampoco a la segunda fue la vencida y al de Puebla del Prior le sigue quedando pendiente esa tarde redonda en Insurgentes que pretende y que añora. Y eso que pudo disfrutar de verdad por momentos toreando con el capote y con la muleta a su primero, pero a éste la faltó esa pujanza que lo multiplica todo. El segundo fue una prenda, un regalo, un toro violento y complejo que, literalmente, no tuvo un pase.
Toreó con tacto de seda Miguel Ángel a su primero, un toro noble, con ritmo y con buen fondo, pero al que pronto le faltaron las fuerzas y la raza. Construyó ante él una faena bella de pasajes sueltos pero hermosos, como las lentísimas y muy acompasadas cordobinas que le instrumentó en los medios en el recibo con el capote o el quite posterior en el que todo fue pura suavidad para cuidar la buena condición del astado sin mermar sus fuerzas justas. Así las cosas, lo pasó Perera a media altura por el pitón derecho en las primeras tandas, medidas en su duración y siempre en línea recta para consolidar. Optó el torero de Badajoz por torear al natural en la segunda fase de su composición y fue por ahí por donde llegaron los mejores momentos. Ya fuera ese toreo al natural por el pitón izquierdo o por el derecho, porque se deshizo el diestro de su ayuda e instrumentó las series de más continuidad y ligazón a base de dejar Miguel Ángel la muleta muy puesta y tirar de ella con pulso milimétrico al tiempo que se iba detrás de cada viaje dando lugar a conjuntos rotundos y sublimes en cada pase, como así coreó el público de la Monumental con su honda manera de jalear y celebrar. Bien es cierto que la pujanza a menos del ejemplar de Montecristo le hurtó más transmisión al trasteo de Perera, pero anduvo ella impresa de pasajes de gran belleza gracias al fondo técnico del torero y a su cada vez más depurado sentido de la estética. No hizo justicia a lo hecho que pinchara después, lo que diluyó la valoración final del público de la México.
Ninguna opción tuvo Miguel Ángel en el segundo. Un toro que ya en el capote se lo pensó y protestó y que fue afeando su condición conforme avanzó la lidia. Como al anterior, lo brindó al público en busca de mostrar su actitud y la responsabilidad asumida al repetir en la México, pero el de Montecristo sólo desarrolló instinto defensivo y listeza, una mezcla que termina derivando en sentido. Quedó plasmado en la agilidad con que el astado se revolvió buscando por abajo lo que sabía que se dejaba por atrás. Más ágil hubo de andar Miguel Ángel para sortear la listeza de su oponente y ganarle el pulso. Opuso firmeza y valor del de verdad al sentido del toro, enterró sus pies en la arena y se dejó llegar todo lo posible al toro soportando Perera en el tiempo entre pase y pase las miradas y la impresión de que todo podía pasar en cualquier momento que transmitía el cuatreño, violento, áspero y más complejo de lo que trascendió. Pinchó en primera instancia antes de cobrar una media estocada, en lo que el de Badajoz mascullaba su decepción por tan poca correspondencia.
Plaza de Toros de MÉXICO DF. Se lidian toros de MONTECRISTO.
Miguel Ángel Perera: silencio y silencio
Juan Pablo Sánchez: ovación y ovación
Diego Silveti: silencio y silencio