20161029-aguascalientes02
29 de octubre de 2016
AGUASCALIENTES
Festival de Caravelas
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
PEPE GARFIAS, TORREÓN DE CAÑAS, SAN ISIDRO, JARAL DE PEÑAS y TEÓFILO GÓMEZ
MIGUEL ÁNGEL PERERA
El Payo
Arturo Saldívar
  
CUMBRE SIN PREMIO
 
No había transcurrido la tarde-noche como de ella se esperaba. Sobre todo, porque no ayudaron a ello ninguno de los dos toros del lote. Por eso pidió Miguel Ángel Perera que le concedieran el séptimo de regalo y fue entonces cuando el torero español regaló al público de Aguascalientes una bellísima faena con muchos de los cánones del concepto pererista. Todo se empezó a fraguar en el quite con el capote que le enjaretó antes del tercio de banderillas, lucido y primoroso, pero con la virtud primera y esencial de la lentitud. Respondió noble y pronto el toro y eso lo anotó Perera en la libreta de su memoria para, sin más probaturas, construir luego una faena de muleta de una intensidad, emotividad y conexión con el tendido muy sinceras. Se clavó Miguel Ángel en el epicentro del ruedo hidrocálido y ahí, sin rectificar nunca, se pasó muy cerca al toro de Teófilo Gómez, Sanjuanero por nombre, por delante y por detrás en pases tan ajustados como desmayados cuando el diestro remató la serie toreando con todo su ser. Tuvo tanta mecha como belleza ese prólogo, que lo fue de una obra creciente en todo porque Miguel Ángel Perera no se dio tregua alguna en una sucesión de tandas de muletazos de una arrebatada ligazón, de un temple deslumbrante y de una medida que aumentaba en cada pase hasta terminar siendo aquello literalmente toreo en redondo en estado puro. Volvió el torero a la plaza loca de pasión. No hubo un respiro, todo fue toreo y más toreo, muy asentado el cuerpo de Miguel Ángel, hundido en sí mismo hasta ser el eje pétreo a cuyo alrededor se iba anudando la voluntad del buen toro de Teófilo Gómez, sin duda, el regalo que salvó la tarde. Pero otra vez se cruzó en el camino la cruz de la espada y ahí se escapó el premio, posiblemente, doble. Le molestó eso al torero, consciente del esfuerzo que la tarde por entera había requerido. Al menos, le quedó el clamor con que la afición de Aguascalientes le abrazó durante la vuelta al ruedo.
 
No empezó bien la tarde cuando se estropeó el toro titular de Torreón de Cañas que salió en primer lugar. Le sustituyó un sobrero de Pepe Garfias, Don Pepe de nombre, que apenas tuvo el don en el nombre y en nada más. Desde que hizo acto de presencia, lo hizo con una carga muy evidente de mansedumbre traducida en lo soso, reservón e incierto que se expresó siempre. Se agarró al piso y midió con descaro. Aún así, apostó con él Miguel Ángel, que se empeñó en ganarle el pulso antes que excusarse y, a base de insistir, de no aburrirse nunca, de meterse muy en su terreno y presentarle la muleta como una pantalla que hiciera al toro olvidar su condición, logró exprimirle algunas tandas por el pitón derecho con muletazos que tuvieron hondura en su trazo y en el eco sincero y de reconocimiento con que reaccionó el tendido a la demostración de poder del torero. Fue todo lo que tenía. Incluso mucho más porque, de tanto arriesgar, se llevó Perera una fuerte voltereta de la que, por suerte, salió airoso. A la hora de matar, el astado de Garfias se complicó mucho, se paró todavía más y no ayudó a Miguel Ángel en ninguno de los encuentros. Hubo varios pinchazos y se apagó ese eco de lo realizado por el pacense aun contra semejante material como tuvo delante. Se guardó silencio tras dos avisos. 
 
Se lució el torero en los lances a la verónica, muy mecidos y suaves, con que recibió al cuarto toro, que se llamó Siemprealegre, de Torreón de Cañas. Todavía se gustó más en el galleo por chicuelinas con que llevó a su oponente al caballo de Francisco Doblado. Y casi quedó ahí toda la posibilidad de obtener recompensa de Miguel Ángel porque el toro se apagó muy pronto y se quedó en demasiado poco, lo que ahogó los intentos del torero de hallarle partido. Y eso que lo cuidó mucho en los primeros tercios, pero le faltó alma al astado de Torreón de Cañas para agradecerlo. Luego vendría la cumbre de la tarde-noche, lástima que fuera una cumbre sin premio.
 
 
 Plaza de Toros Monumental de AGUASCALIENTES. Media entrada. Se lidian toros de PEPE GARFIAS (1º como sobrero), TORREÓN DE CAÑAS (2º, 4º y 6º)SAN ISIDRO (3º), JARAL DE PEÑAS (5º) y de TEÓFILO GÓMEZ (7º, de regalo)
 
Miguel Ángel Perera: silencio tras dos avisos, silencio y vuelta al ruedo tras petición
El Payo: palmas y ovación
Arturo Saldívar: silencio y silencio 
 
 
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Fotos LUIS HUMBERTO GARCÍA "HUMBERT"
 
 
 
 

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29 de octubre de 2016
AGUASCALIENTES
Festival de Caravelas
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
PEPE GARFIAS, TORREÓN DE CAÑAS, SAN ISIDRO, JARAL DE PEÑAS y TEÓFILO GÓMEZ
MIGUEL ÁNGEL PERERA
El Payo
Arturo Saldívar
  
CUMBRE SIN PREMIO
 
No había transcurrido la tarde-noche como de ella se esperaba. Sobre todo, porque no ayudaron a ello ninguno de los dos toros del lote. Por eso pidió Miguel Ángel Perera que le concedieran el séptimo de regalo y fue entonces cuando el torero español regaló al público de Aguascalientes una bellísima faena con muchos de los cánones del concepto pererista. Todo se empezó a fraguar en el quite con el capote que le enjaretó antes del tercio de banderillas, lucido y primoroso, pero con la virtud primera y esencial de la lentitud. Respondió noble y pronto el toro y eso lo anotó Perera en la libreta de su memoria para, sin más probaturas, construir luego una faena de muleta de una intensidad, emotividad y conexión con el tendido muy sinceras. Se clavó Miguel Ángel en el epicentro del ruedo hidrocálido y ahí, sin rectificar nunca, se pasó muy cerca al toro de Teófilo Gómez, Sanjuanero por nombre, por delante y por detrás en pases tan ajustados como desmayados cuando el diestro remató la serie toreando con todo su ser. Tuvo tanta mecha como belleza ese prólogo, que lo fue de una obra creciente en todo porque Miguel Ángel Perera no se dio tregua alguna en una sucesión de tandas de muletazos de una arrebatada ligazón, de un temple deslumbrante y de una medida que aumentaba en cada pase hasta terminar siendo aquello literalmente toreo en redondo en estado puro. Volvió el torero a la plaza loca de pasión. No hubo un respiro, todo fue toreo y más toreo, muy asentado el cuerpo de Miguel Ángel, hundido en sí mismo hasta ser el eje pétreo a cuyo alrededor se iba anudando la voluntad del buen toro de Teófilo Gómez, sin duda, el regalo que salvó la tarde. Pero otra vez se cruzó en el camino la cruz de la espada y ahí se escapó el premio, posiblemente, doble. Le molestó eso al torero, consciente del esfuerzo que la tarde por entera había requerido. Al menos, le quedó el clamor con que la afición de Aguascalientes le abrazó durante la vuelta al ruedo.
 
No empezó bien la tarde cuando se estropeó el toro titular de Torreón de Cañas que salió en primer lugar. Le sustituyó un sobrero de Pepe Garfias, Don Pepe de nombre, que apenas tuvo el don en el nombre y en nada más. Desde que hizo acto de presencia, lo hizo con una carga muy evidente de mansedumbre traducida en lo soso, reservón e incierto que se expresó siempre. Se agarró al piso y midió con descaro. Aún así, apostó con él Miguel Ángel, que se empeñó en ganarle el pulso antes que excusarse y, a base de insistir, de no aburrirse nunca, de meterse muy en su terreno y presentarle la muleta como una pantalla que hiciera al toro olvidar su condición, logró exprimirle algunas tandas por el pitón derecho con muletazos que tuvieron hondura en su trazo y en el eco sincero y de reconocimiento con que reaccionó el tendido a la demostración de poder del torero. Fue todo lo que tenía. Incluso mucho más porque, de tanto arriesgar, se llevó Perera una fuerte voltereta de la que, por suerte, salió airoso. A la hora de matar, el astado de Garfias se complicó mucho, se paró todavía más y no ayudó a Miguel Ángel en ninguno de los encuentros. Hubo varios pinchazos y se apagó ese eco de lo realizado por el pacense aun contra semejante material como tuvo delante. Se guardó silencio tras dos avisos. 
 
Se lució el torero en los lances a la verónica, muy mecidos y suaves, con que recibió al cuarto toro, que se llamó Siemprealegre, de Torreón de Cañas. Todavía se gustó más en el galleo por chicuelinas con que llevó a su oponente al caballo de Francisco Doblado. Y casi quedó ahí toda la posibilidad de obtener recompensa de Miguel Ángel porque el toro se apagó muy pronto y se quedó en demasiado poco, lo que ahogó los intentos del torero de hallarle partido. Y eso que lo cuidó mucho en los primeros tercios, pero le faltó alma al astado de Torreón de Cañas para agradecerlo. Luego vendría la cumbre de la tarde-noche, lástima que fuera una cumbre sin premio.
 
 
 Plaza de Toros Monumental de AGUASCALIENTES. Media entrada. Se lidian toros de PEPE GARFIAS (1º como sobrero), TORREÓN DE CAÑAS (2º, 4º y 6º)SAN ISIDRO (3º), JARAL DE PEÑAS (5º) y de TEÓFILO GÓMEZ (7º, de regalo)
 
Miguel Ángel Perera: silencio tras dos avisos, silencio y vuelta al ruedo tras petición
El Payo: palmas y ovación
Arturo Saldívar: silencio y silencio 
 
 
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Fotos LUIS HUMBERTO GARCÍA "HUMBERT"
 
 
 
 
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