Cuando uno abre cartel de una terna de toreros del mismo territorio, de alguna manera, está defendiendo el feudo. Ése que le corresponde por trayectoria, jalonada triunfo a triunfo. Esto le confería a la tarde para Miguel Ángel Perera un plus de responsabilidad para con la cita en cuestión y de compromiso consigo mismo. Estamos -para bien del toreo- en el tiempo de los toreros emergentes, lo que pone a prueba a los propios toreros emergentes y a quienes. ante ellos, deben defender el sitio. Otra razón por la que hoy no era una tarde cualquiera. Hoy era la tarde de Badajoz, la del duodécimo aniversario de la alternativa, la de aceptar y encarar con valentía el pulso con quienes siendo mañana, quieren ser ya hoy. No queda duda: hoy era el día de defender el feudo que es de uno.

 

Y a fe que lo ha hecho Perera en una tarde importante. Importante en la medida de sus dos faenas y de su actitud común a los dos toros de ganar sí o sí, de preservar la hegemonía. Así lo ha hecho en sendos quites por tafalleras al primero y por chicuelinas al que vino después. Ceñidos hasta decir basta. Apretados pero limpios. Reunidos pero derramándose. Quieto el torero como un mástil y, por tanto, entregado todo al juego de las muñecas y al pulso de las yemas de los dedos. Ya con la muleta, han tenido las composiciones de Perera hoy el poso de la firmeza, de la seguridad, del disfrute íntimo, del irse detrás de cada viaje como si fuera el último. Redondas y rotundas las tres series -dos al natural, una por el derecho- que fueron el eje de la faena de las dos orejas al buen primero. Melodía se llamaba y es verdad que la tuvo. Fue bueno el toro y Miguel Ángel lo cuajó de principio a fin. Siendo Perera en todos sus registros. Por eso las dos orejas. Otra lidia requerió el cuarto, Gritón de nombre, y el extremeño se la dio. Afianzando primero y exigiendo después para terminar dominando ese hábitat que es tan suyo, toreando y toreando sin cesar por ambas pitones con el público entusiasmado. El pinchazo previo a la estocada final dejó en una lo que eran dos orejas incuestionables.

 

Era hoy el día de defender el feudo, el que es de uno, y el feudo, Badajoz, sigue siendo de Miguel Ángel Perera... 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando uno abre cartel de una terna de toreros del mismo territorio, de alguna manera, está defendiendo el feudo. Ése que le corresponde por trayectoria, jalonada triunfo a triunfo. Esto le confería a la tarde para Miguel Ángel Perera un plus de responsabilidad para con la cita en cuestión y de compromiso consigo mismo. Estamos -para bien del toreo- en el tiempo de los toreros emergentes, lo que pone a prueba a los propios toreros emergentes y a quienes. ante ellos, deben defender el sitio. Otra razón por la que hoy no era una tarde cualquiera. Hoy era la tarde de Badajoz, la del duodécimo aniversario de la alternativa, la de aceptar y encarar con valentía el pulso con quienes siendo mañana, quieren ser ya hoy. No queda duda: hoy era el día de defender el feudo que es de uno.

 

Y a fe que lo ha hecho Perera en una tarde importante. Importante en la medida de sus dos faenas y de su actitud común a los dos toros de ganar sí o sí, de preservar la hegemonía. Así lo ha hecho en sendos quites por tafalleras al primero y por chicuelinas al que vino después. Ceñidos hasta decir basta. Apretados pero limpios. Reunidos pero derramándose. Quieto el torero como un mástil y, por tanto, entregado todo al juego de las muñecas y al pulso de las yemas de los dedos. Ya con la muleta, han tenido las composiciones de Perera hoy el poso de la firmeza, de la seguridad, del disfrute íntimo, del irse detrás de cada viaje como si fuera el último. Redondas y rotundas las tres series -dos al natural, una por el derecho- que fueron el eje de la faena de las dos orejas al buen primero. Melodía se llamaba y es verdad que la tuvo. Fue bueno el toro y Miguel Ángel lo cuajó de principio a fin. Siendo Perera en todos sus registros. Por eso las dos orejas. Otra lidia requerió el cuarto, Gritón de nombre, y el extremeño se la dio. Afianzando primero y exigiendo después para terminar dominando ese hábitat que es tan suyo, toreando y toreando sin cesar por ambas pitones con el público entusiasmado. El pinchazo previo a la estocada final dejó en una lo que eran dos orejas incuestionables.

 

Era hoy el día de defender el feudo, el que es de uno, y el feudo, Badajoz, sigue siendo de Miguel Ángel Perera...