El tercero de la tarde salió con ímpetu, mostrando ser uno de esos animales difíciles con los que Perera se crece. Quite por gaeoneras que puso en un "ay" a todo el respetable, pues el viento soplaba con fuerza. Esquivó el caballo en repetidas ocasiones, pero la buena brega de Juan Sierra colocando bien en suerte al toro para que sus compañeros clavaran las banderillas hizo que estos brillaran en el tercio, tanto que Joselito Gutiérrez y Guillermo Barbero se tuvieron que desmonterar.
El torero lo brindó al público, y una parte de éste comenzó el cante por bulerías. La música que sale de los flamencos caló en el torero, y de su magnífica figura comernzaron a brotar pases de gran hondura y profundidad. Con la derecha brilló, pero alcanzó el cenit con el toreo al natural, interpretando lances que arrastraban la bamba de la muleta por el albero. Tapó todos los defectos de un toro que siempre tuvo una embestida descompuesta. Se puso donde se ponen los más valientes. El público lo aplaudía y vitoreaba con gritos de "¡torero, torero!". Y llegó la hora de la verdad para demostrar que hasta el final nadie es dichoso. Injusto final para una faena magistral.
El sexto, con el hierro de Victoriano del Río, volvió a demostrar el magnífico momento en el que se encuentra su toreo realizando un quite por tafalleras en el que no quedaba espacio entre su cuerpo y los pitones del toro, para rematarlo con unas gaoneras y una larga. De nuevo el público le mostró su sentimiento, aplaudiendo y jaleando su valor y estética. En apuros puso el burel a Francisco Doblado, a quien le tiró de su cabalgadura. Atolondrado al acudir a banderillas, no hizo nada para que los subalternos se pudieran lucir.
Con la muleta, Perera optó por el toreo de cercanías, donde el animal no hizo más que protestar. Lo quiso intentar después dándole ventajas, pero el toro se apagó y no quiso seguir en la pelea. Otra vez la espada, maldita espada, se cruzó en el camino de un torero sin igual.
El Puerto de Santa María (Cádiz). Más de tres cuartos de entrada.
Toros de diversas ganaderías: Zalduendo (segundo y tercero), Juan Pedro (cuarto y quinto) y Victoriano del Río (segundo y tercero).
Finito de Córdoba: ovación y silencio.
Morante de la Puebla: ovación y oreja.
Miguel Ángel Perera: ovación y ovación.
El tercero de la tarde salió con ímpetu, mostrando ser uno de esos animales difíciles con los que Perera se crece. Quite por gaeoneras que puso en un "ay" a todo el respetable, pues el viento soplaba con fuerza. Esquivó el caballo en repetidas ocasiones, pero la buena brega de Juan Sierra colocando bien en suerte al toro para que sus compañeros clavaran las banderillas hizo que estos brillaran en el tercio, tanto que Joselito Gutiérrez y Guillermo Barbero se tuvieron que desmonterar.
El torero lo brindó al público, y una parte de éste comenzó el cante por bulerías. La música que sale de los flamencos caló en el torero, y de su magnífica figura comernzaron a brotar pases de gran hondura y profundidad. Con la derecha brilló, pero alcanzó el cenit con el toreo al natural, interpretando lances que arrastraban la bamba de la muleta por el albero. Tapó todos los defectos de un toro que siempre tuvo una embestida descompuesta. Se puso donde se ponen los más valientes. El público lo aplaudía y vitoreaba con gritos de "¡torero, torero!". Y llegó la hora de la verdad para demostrar que hasta el final nadie es dichoso. Injusto final para una faena magistral.
El sexto, con el hierro de Victoriano del Río, volvió a demostrar el magnífico momento en el que se encuentra su toreo realizando un quite por tafalleras en el que no quedaba espacio entre su cuerpo y los pitones del toro, para rematarlo con unas gaoneras y una larga. De nuevo el público le mostró su sentimiento, aplaudiendo y jaleando su valor y estética. En apuros puso el burel a Francisco Doblado, a quien le tiró de su cabalgadura. Atolondrado al acudir a banderillas, no hizo nada para que los subalternos se pudieran lucir.
Con la muleta, Perera optó por el toreo de cercanías, donde el animal no hizo más que protestar. Lo quiso intentar después dándole ventajas, pero el toro se apagó y no quiso seguir en la pelea. Otra vez la espada, maldita espada, se cruzó en el camino de un torero sin igual.
El Puerto de Santa María (Cádiz). Más de tres cuartos de entrada.
Toros de diversas ganaderías: Zalduendo (segundo y tercero), Juan Pedro (cuarto y quinto) y Victoriano del Río (segundo y tercero).
Finito de Córdoba: ovación y silencio.
Morante de la Puebla: ovación y oreja.
Miguel Ángel Perera: ovación y ovación.