No dio muchas opciones la corrida de Zalduendo; siendo noble, le faltó raza. Trató Perera de estirarse con el capote, pero no hubo forma. El toro anduvo suelto hasta que acometió al caballo de Ignacio Rodríguez, que lo cogió perfecto en toda la yema. Estuvo tan bien en los dos puyazos, que se ganó una ovación del público. De nuevo se puso andarín el toro, y cuando los de a caballo iban a abandonar el ruedo, se arrancó en dirección al patio de cuadrillas, que en ese momento estaba abierto. Fue providencial el quite a cuerpo limpio de Guillermo Barbero, que ya estaba en su sitio para el tercio de banderillas. Fue éste muy destacado, y tanto Barbero como Joselito Gutiérrez se tuvieron que desmonterar.
Lo brindó el torero al público para comenzar la faena con el pase de las flores y una tanta con la mano bien baja e hilvanada, templadísima, y con los pies clavados en la arena. Fue tan buena, que comenzó a oirse por los tendidos el run run de faena importante. Sonó el pasodoble Puerta Grande. Por el derecho el toro iba de carril. Pero quiso Perera probar con la izquierda. Anduvo hacia el toro con el cartucho de pescado para comenzar la faena, pero se vio desde el primer lance que el animal por ahí se quedaba muy corto. Volvió entonces a coger la muleta con la mano derecha; trincherazo, toreo en redondo, enroscándose al toro... Pero no hubo continuidad. El toro se apagó del todo. Una buena estocada no logró que el público se animara a pedir la oreja. Fue corta la faena, cierto. Pero lo que hubo fue tan bueno...
Mató Perera a su último toro de la temporada, sexto de la tarde, siendo éste el que en Zaragoza se llama el toro de la jota. Tampoco se dejó con el capote. Paco Doblado estuvo firme en su montura, y Barbero y Sierra anduvieron finos en banderillas. Comenzó Miguel Ángel Perera la faena probando al toro por los dos pitones, y se estiró con largura y profundidad. El toro transmitía muy poco. Cogió entonces la muleta con la mano del corazón, y si el toro hubiera tenido raza, hubiera sido faena de lío. Era ése el pitón bueno, pero no pudo el animal. De nuevo, muleta a la derecha, para colocarse entre los pitones a hacer circulares invertidos en un palmo de terreno. Pinchazo y gran estocada. Sentida ovación del público maño.
No dio muchas opciones la corrida de Zalduendo; siendo noble, le faltó raza. Trató Perera de estirarse con el capote, pero no hubo forma. El toro anduvo suelto hasta que acometió al caballo de Ignacio Rodríguez, que lo cogió perfecto en toda la yema. Estuvo tan bien en los dos puyazos, que se ganó una ovación del público. De nuevo se puso andarín el toro, y cuando los de a caballo iban a abandonar el ruedo, se arrancó en dirección al patio de cuadrillas, que en ese momento estaba abierto. Fue providencial el quite a cuerpo limpio de Guillermo Barbero, que ya estaba en su sitio para el tercio de banderillas. Fue éste muy destacado, y tanto Barbero como Joselito Gutiérrez se tuvieron que desmonterar.
Lo brindó el torero al público para comenzar la faena con el pase de las flores y una tanta con la mano bien baja e hilvanada, templadísima, y con los pies clavados en la arena. Fue tan buena, que comenzó a oirse por los tendidos el run run de faena importante. Sonó el pasodoble Puerta Grande. Por el derecho el toro iba de carril. Pero quiso Perera probar con la izquierda. Anduvo hacia el toro con el cartucho de pescado para comenzar la faena, pero se vio desde el primer lance que el animal por ahí se quedaba muy corto. Volvió entonces a coger la muleta con la mano derecha; trincherazo, toreo en redondo, enroscándose al toro... Pero no hubo continuidad. El toro se apagó del todo. Una buena estocada no logró que el público se animara a pedir la oreja. Fue corta la faena, cierto. Pero lo que hubo fue tan bueno...
Mató Perera a su último toro de la temporada, sexto de la tarde, siendo éste el que en Zaragoza se llama el toro de la jota. Tampoco se dejó con el capote. Paco Doblado estuvo firme en su montura, y Barbero y Sierra anduvieron finos en banderillas. Comenzó Miguel Ángel Perera la faena probando al toro por los dos pitones, y se estiró con largura y profundidad. El toro transmitía muy poco. Cogió entonces la muleta con la mano del corazón, y si el toro hubiera tenido raza, hubiera sido faena de lío. Era ése el pitón bueno, pero no pudo el animal. De nuevo, muleta a la derecha, para colocarse entre los pitones a hacer circulares invertidos en un palmo de terreno. Pinchazo y gran estocada. Sentida ovación del público maño.