Miguel Ángel Perera ha cortado una oreja al sobrero de regalo en su regreso a la plaza de toros de La México, en una tarde en la que estuvo muy por encima de sus tres toros y volvió a convencer al poco público que se dio cita en La Monumental, con menos de un tercio de plaza.
Su actuación fue la más relevante de la segunda de la Temporada Grande, en la que dio el susto cuando sufrió uno un puntazo en el glúteo derecho después de ser volteado por su primer toro, un ejemplar complicado y pobre de cara de Barralva. El percance llegó en un quite de chicuelinas, cuando el toro se le coló y le levantó por los aires, teniéndolo varios segundos a su merced.
A pesar de ello, Perera volvió rápidamente a la cara del animal, para ejecutar otro quite en el que combinó chicuelinas y tafalleras muy ceñidas y de exposición. Desde los primeros tercios, el de Barralva dejó claro que no iba a regalar ni una embestida. A la muleta llegó quedándose cada vez más corto, exigiendo al torero que poco a poco se fue afianzando hasta que logró sacar dos series ligadas y de mucho poder.
Poco a poco la faena fue subiendo de nivel, pero fue con varios circulares ligados cuando aparecieron las palmas más rotundas. Podría haber cortado una oreja aunque no anduvo demasiado acertado con la espada.
El quinto fue uno de los garbanzos negros de la corrida de Barralva. Un toro manso de libro que puso en muchísimos aprietos a los subalternos que pasaron un auténtico calvario a la hora de banderillear, provocando la ira del público e incluso que Perera se hiciera cargo de la lidia.
Sin embargo, el extremeño logró cambiar el enfado por las palmas, toreando a milímetros de un toro parado, aguantando miradas y derrotes. Muy firme el diestro, que le robó pases inverosímiles a base de oficio, técnica y poder. Con la espada, otra vez, mal, por lo que decidió regalar el sobrero.
Y ahí sí, en ese séptimo Barralva de la noche, Perera cortó una oreja de mucho peso al inventarse un toro por el que casi nadie apostaba. Valor y firmeza fueron las virtudes de su trasteo, que esta vez sí supo amarrar con los aceros.
Fernando Ochoa: silencio en ambos.
Miguel Ángel Perera: Palmas tras aviso, Ovación y Oreja.
José Mauricio: oreja y silencio tras aviso.
Miguel Ángel Perera ha cortado una oreja al sobrero de regalo en su regreso a la plaza de toros de La México, en una tarde en la que estuvo muy por encima de sus tres toros y volvió a convencer al poco público que se dio cita en La Monumental, con menos de un tercio de plaza.
Su actuación fue la más relevante de la segunda de la Temporada Grande, en la que dio el susto cuando sufrió uno un puntazo en el glúteo derecho después de ser volteado por su primer toro, un ejemplar complicado y pobre de cara de Barralva. El percance llegó en un quite de chicuelinas, cuando el toro se le coló y le levantó por los aires, teniéndolo varios segundos a su merced.
A pesar de ello, Perera volvió rápidamente a la cara del animal, para ejecutar otro quite en el que combinó chicuelinas y tafalleras muy ceñidas y de exposición. Desde los primeros tercios, el de Barralva dejó claro que no iba a regalar ni una embestida. A la muleta llegó quedándose cada vez más corto, exigiendo al torero que poco a poco se fue afianzando hasta que logró sacar dos series ligadas y de mucho poder.
Poco a poco la faena fue subiendo de nivel, pero fue con varios circulares ligados cuando aparecieron las palmas más rotundas. Podría haber cortado una oreja aunque no anduvo demasiado acertado con la espada.
El quinto fue uno de los garbanzos negros de la corrida de Barralva. Un toro manso de libro que puso en muchísimos aprietos a los subalternos que pasaron un auténtico calvario a la hora de banderillear, provocando la ira del público e incluso que Perera se hiciera cargo de la lidia.
Sin embargo, el extremeño logró cambiar el enfado por las palmas, toreando a milímetros de un toro parado, aguantando miradas y derrotes. Muy firme el diestro, que le robó pases inverosímiles a base de oficio, técnica y poder. Con la espada, otra vez, mal, por lo que decidió regalar el sobrero.
Y ahí sí, en ese séptimo Barralva de la noche, Perera cortó una oreja de mucho peso al inventarse un toro por el que casi nadie apostaba. Valor y firmeza fueron las virtudes de su trasteo, que esta vez sí supo amarrar con los aceros.
Fernando Ochoa: silencio en ambos.
Miguel Ángel Perera: Palmas tras aviso, Ovación y Oreja.
José Mauricio: oreja y silencio tras aviso.