De purísima y oro

La solidez de Miguel Ángel Perera triunfa en Cuenca: cuatro orejas cuatro en el primer cara a cara con José Tomás. El encierro de la Palmosilla ofreció dos toros con más bondad, ninguno de los cuales cayó sin embargo en manos del diestro extremeño.

Tarde de retos, tarde de duelos. La plaza de toros de Cuenca fue escenario del primer enfrentamiento entre la figura del toreo quizás más consolidada y la joven promesa que mejor está representando a su generación en cada arena en la que clava sus firmes zapatillas.
En una calurosa tarde de agosto, con los tendidos hasta la bandera, Perera volvió a redimensionarse paseando cuatro orejas cuatro tras dos faenas macizas que le encumbraron en el Olimpo del toreo.

Suave y estoico a la vez con el percal en las manos; verónicas de vuelo ligero para recibir a su primer oponente, poderosas y ajustadísimas gaoneras para quitarle en los medios, imponiendo que arrancase desde las tablas.

Su primer trasteo, ofrecido al público, brilló desde las primeras suertes por alto a pies juntos; el toro, muy flojo y de breve, brevísimo recorrido, no ayudó al diestro, el cual, sin embargo, le respondió con mimo, consintiendo las primeras embestidas con temple y elegantes maneras para pisar luego los más comprometidos terrenos del encimismo. Entre pitones exprimió gota tras gotas el poco jugo que quedaba de tan seco fruto y, tras sufrir una peligrosa voltereta, volvió a ocupar su sitio con más ganas aún de redondear tan maciza y valiente labor. Entre los gritos de “¡Torero, torero!”paseó dos orejas tras pasaportar al toro de una estocada en todo lo alto.

Cerró plaza con la voluntad y ambición de doblar sus trofeos y ganar lo que en los tendidos se estaba viviendo ya como el mejor partido de toros de los últimos tiempos. Tras meter José Tomás tres orejas en su canasta y pasar a la enfermería por haberlo dado todo, Perera salió al ruedo más centrado y entregado que nunca. Empezó por estatuarios su labor de cara al sexto toro, un animal manso y distraído que el diestro supo fijar con oficio en la muleta para enredarle en dos series de derechazos en redondo de despaciosa mano baja. Cogió el ritmo al toro y con pulso ligó otros largos, muy largos, pases con la diestra. Subió la nota al natural; series importantes y profundas hilvanadas con limpieza y armónica suavidad, adornadas con capeínas y rematadas circulares ceñidos para cerrar una faena de gran figura del toreo.

Y, como tal, no falló a la hora de la verdad; otra estocada efectiva e inmediata para cerrar de triunfador la tarde de toro de más expectación de los últimos tiempos.
De purísima y oro, como su toreo, cruzó la Puerta Grande a pie junto a Finito de Córdoba, que cortó tres orejas, por respeto a José Tomás, que estaba siendo atendido en la enfermería.

De purísima y oro

La solidez de Miguel Ángel Perera triunfa en Cuenca: cuatro orejas cuatro en el primer cara a cara con José Tomás. El encierro de la Palmosilla ofreció dos toros con más bondad, ninguno de los cuales cayó sin embargo en manos del diestro extremeño.

Tarde de retos, tarde de duelos. La plaza de toros de Cuenca fue escenario del primer enfrentamiento entre la figura del toreo quizás más consolidada y la joven promesa que mejor está representando a su generación en cada arena en la que clava sus firmes zapatillas.
En una calurosa tarde de agosto, con los tendidos hasta la bandera, Perera volvió a redimensionarse paseando cuatro orejas cuatro tras dos faenas macizas que le encumbraron en el Olimpo del toreo.

Suave y estoico a la vez con el percal en las manos; verónicas de vuelo ligero para recibir a su primer oponente, poderosas y ajustadísimas gaoneras para quitarle en los medios, imponiendo que arrancase desde las tablas.

Su primer trasteo, ofrecido al público, brilló desde las primeras suertes por alto a pies juntos; el toro, muy flojo y de breve, brevísimo recorrido, no ayudó al diestro, el cual, sin embargo, le respondió con mimo, consintiendo las primeras embestidas con temple y elegantes maneras para pisar luego los más comprometidos terrenos del encimismo. Entre pitones exprimió gota tras gotas el poco jugo que quedaba de tan seco fruto y, tras sufrir una peligrosa voltereta, volvió a ocupar su sitio con más ganas aún de redondear tan maciza y valiente labor. Entre los gritos de “¡Torero, torero!”paseó dos orejas tras pasaportar al toro de una estocada en todo lo alto.

Cerró plaza con la voluntad y ambición de doblar sus trofeos y ganar lo que en los tendidos se estaba viviendo ya como el mejor partido de toros de los últimos tiempos. Tras meter José Tomás tres orejas en su canasta y pasar a la enfermería por haberlo dado todo, Perera salió al ruedo más centrado y entregado que nunca. Empezó por estatuarios su labor de cara al sexto toro, un animal manso y distraído que el diestro supo fijar con oficio en la muleta para enredarle en dos series de derechazos en redondo de despaciosa mano baja. Cogió el ritmo al toro y con pulso ligó otros largos, muy largos, pases con la diestra. Subió la nota al natural; series importantes y profundas hilvanadas con limpieza y armónica suavidad, adornadas con capeínas y rematadas circulares ceñidos para cerrar una faena de gran figura del toreo.

Y, como tal, no falló a la hora de la verdad; otra estocada efectiva e inmediata para cerrar de triunfador la tarde de toro de más expectación de los últimos tiempos.
De purísima y oro, como su toreo, cruzó la Puerta Grande a pie junto a Finito de Córdoba, que cortó tres orejas, por respeto a José Tomás, que estaba siendo atendido en la enfermería.