20180606 madrid02
6 de junio de 2018
MADRID
Corrida de la BENEFICENCIA
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
ALCURRUCÉN
Antonio Ferrera
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Ginés Marín
  
LA TARDE EN SILENCIO
 
Y se fue la tarde de Beneficencia con toda su expectativa por delante. Frustrante. Involucionando a peor como el propio tiempo: tan cálido al comienzo, tan luminosa la tarde, y tan fría después, tan gris. Pero es que no pudo ser de otra manera por mor del (des)juego de los toros de Alcurrucén, que no fueron fieles a sus hechuras y sacaron muy poco bueno hacia fuera. Y eso en Madrid, lo aplasta todo. Se fue la tarde de Beneficencia entre los dedos del desánimo porque la materia prima que es fundamental en esto del toro no compareció. Y así es imposible y todo se diluye poco a poco, en silencio.
 

La esperanza en los primeros comportamientos de Samorano-92, el primero de su lote, es que ése ir tan a su aire, tan desentendido, tan frío, tan como si no estuviera, más tuviera que ver con lo propio de salida de su sangre Núñez que con su verdadera condición. Pero esa esperanza se fue frustrando conforme avanzó su lidia y se comprobó que era la sangre ardiendo que es consustancial a la raza lo que le faltaba al ejemplar de Alcurrucén. Que pasó sin pena ni gloria en el tercio de varas y que, simplemente eso, pasó, sin alma ni sangre, ante el capote de Curro Javier, por más que lo esperó sin irse, buscando que metiera la cara y, a partir de ahí, enseñarle a embestir. Pero la cara no la metió nunca, la paseó siempre a media altura e hizo caso omiso al percal del subalterno sevillano. Con todo, porque el protocolo y la educación así lo establecen, brindó Miguel Ángel el toro al rey Juan Carlos. El trasteo con la muleta de Perera fue un continuo intento por su parte de rascarle en su fondo, de buscar tratando de encontrar sin que nada encontrara. Porque el cuatreño pasaba sin vida, sin ganas, ante la muleta templada del extremeño que lo esperaba y lo templaba tirando de él, sin exigirle, a su favor, en aras a que rompiera hacia delante. Pero Samorano no tenía hacia adelante y la voluntad de Miguel Ángel se fue diluyendo ante tamaño muro de nada.

 

Algo más de esperanza asomó, sobre todo, en la primera parte de la faena de muleta al quinto, Gaitero-95, al que pasó por alto, suave, empujando hacia adelante también, muy quieta la planta y sobre las rayas del tercio. Se lo sacó luego a los medios y le enjaretó, sobre todo, dos tandas en redondo por el pitón derecho que tuvieron son y mucho temple en su tiempo, largura en su duración y en su trazo, y la transmisión de la ligazón. Dosificó Miguel Ángel la densidad de las series para que el de Alcurrucén le durara todo lo posible. Pero fue probarlo por la zurda y éste cambió. Porque no había verdad en su manera de ir. Y se volvió más tardo y más renuente. Sin brillo alguno. Lo intentó entonces de nuevo Perera a diestras, pero la vela de la raza se le terminó de apagar al astado como si lo acelarara las rachas de aire frío que se habían levantado a partir del ecuador de la tarde. Ya nada volvió a ser lo del principio. Buscó el torero la emoción de las cercanías y de su quietud, pero no encontró correspondencia. Cobró una estocada entera, a pesar de lo cual, precisó también del descabello. Y ahí se despidió la tarde. En silencio. Y el San Isidro de este año, que ha pasado por las manos de Miguel Ángel Perera sin concederle un solo resquicio para mostrarse.

 
Plaza de Toros de MADRID. Lleno en los tendidos. Se lidian toros de ALCURRUCÉN
 
Antonio Ferrera: ovación y silencio
Miguel Ángel Perera: silencio y silencio
Ginés Marín: oreja y silencio
 
MIGU1614.JPG MIGU1628.JPG MIGU1634.JPG MIGU1643.JPG MIGU1661.JPG MIGU1663.JPG MIGU1758.JPG MIGU1787.JPG MIGU1791.JPG MIGU1830.JPG MIGU1842.JPG MIGU1850.JPG MIGU1852.JPG
 
 
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6 de junio de 2018
MADRID
Corrida de la BENEFICENCIA
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
ALCURRUCÉN
Antonio Ferrera
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Ginés Marín
  
LA TARDE EN SILENCIO
 
Y se fue la tarde de Beneficencia con toda su expectativa por delante. Frustrante. Involucionando a peor como el propio tiempo: tan cálido al comienzo, tan luminosa la tarde, y tan fría después, tan gris. Pero es que no pudo ser de otra manera por mor del (des)juego de los toros de Alcurrucén, que no fueron fieles a sus hechuras y sacaron muy poco bueno hacia fuera. Y eso en Madrid, lo aplasta todo. Se fue la tarde de Beneficencia entre los dedos del desánimo porque la materia prima que es fundamental en esto del toro no compareció. Y así es imposible y todo se diluye poco a poco, en silencio.
 

La esperanza en los primeros comportamientos de Samorano-92, el primero de su lote, es que ése ir tan a su aire, tan desentendido, tan frío, tan como si no estuviera, más tuviera que ver con lo propio de salida de su sangre Núñez que con su verdadera condición. Pero esa esperanza se fue frustrando conforme avanzó su lidia y se comprobó que era la sangre ardiendo que es consustancial a la raza lo que le faltaba al ejemplar de Alcurrucén. Que pasó sin pena ni gloria en el tercio de varas y que, simplemente eso, pasó, sin alma ni sangre, ante el capote de Curro Javier, por más que lo esperó sin irse, buscando que metiera la cara y, a partir de ahí, enseñarle a embestir. Pero la cara no la metió nunca, la paseó siempre a media altura e hizo caso omiso al percal del subalterno sevillano. Con todo, porque el protocolo y la educación así lo establecen, brindó Miguel Ángel el toro al rey Juan Carlos. El trasteo con la muleta de Perera fue un continuo intento por su parte de rascarle en su fondo, de buscar tratando de encontrar sin que nada encontrara. Porque el cuatreño pasaba sin vida, sin ganas, ante la muleta templada del extremeño que lo esperaba y lo templaba tirando de él, sin exigirle, a su favor, en aras a que rompiera hacia delante. Pero Samorano no tenía hacia adelante y la voluntad de Miguel Ángel se fue diluyendo ante tamaño muro de nada.

 

Algo más de esperanza asomó, sobre todo, en la primera parte de la faena de muleta al quinto, Gaitero-95, al que pasó por alto, suave, empujando hacia adelante también, muy quieta la planta y sobre las rayas del tercio. Se lo sacó luego a los medios y le enjaretó, sobre todo, dos tandas en redondo por el pitón derecho que tuvieron son y mucho temple en su tiempo, largura en su duración y en su trazo, y la transmisión de la ligazón. Dosificó Miguel Ángel la densidad de las series para que el de Alcurrucén le durara todo lo posible. Pero fue probarlo por la zurda y éste cambió. Porque no había verdad en su manera de ir. Y se volvió más tardo y más renuente. Sin brillo alguno. Lo intentó entonces de nuevo Perera a diestras, pero la vela de la raza se le terminó de apagar al astado como si lo acelarara las rachas de aire frío que se habían levantado a partir del ecuador de la tarde. Ya nada volvió a ser lo del principio. Buscó el torero la emoción de las cercanías y de su quietud, pero no encontró correspondencia. Cobró una estocada entera, a pesar de lo cual, precisó también del descabello. Y ahí se despidió la tarde. En silencio. Y el San Isidro de este año, que ha pasado por las manos de Miguel Ángel Perera sin concederle un solo resquicio para mostrarse.

 
Plaza de Toros de MADRID. Lleno en los tendidos. Se lidian toros de ALCURRUCÉN
 
Antonio Ferrera: ovación y silencio
Miguel Ángel Perera: silencio y silencio
Ginés Marín: oreja y silencio
 
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