Anoche íbamos camino de Alcaraz, en la provincia de Albacete, donde pastan las reses de don Daniel Ruiz, con la pena de haber tenido que suspender lo de Victoriano del Río y sin garantía alguna de que se pudiera dar lo de hoy. Anunciaban vientos fuertes. Pero las ilusiones de todos eran, como siempre, tantas, que nos acostamos con la esperanza de que no se cumplieran los malos augurios.
La escarcha que cubría los coches a primera hora de la mañana hacía reflejo con un cielo azul raso; no se movía una hoja. Todos íbamos camino de la finca conteniendo la respiración, y con los concursante arduos en deseos de poder participar de forma activa en el tentadero. Porque lo tenían claro: si les dejaban, iban a salir a las vacas. Antonio Ruiz y Ángel Rojas, los más veteranos, se presentaron hasta con sus propios trastos. Cristian Cuenca, Tomás Miguel Ochoa, José David Martínez y Daniel Lozano se mostraban más cautos, pero igual de ilusionados.
En el palco de "El Cortijo del Campo" nos refugiamos algunos; el resto, todos bien organizados en los burladeros. Y salió la primera vaca, muy noble, con la que Perera estuvo impecable. Tras exprimir el diestro casi todas las embestidas, todavía dejó algunas para que los dos veteranos cogieran sus muletas y, uno detrás de otro, le pegaran buenas tandas a un animal que no paraba de meter la cabeza por abajo. La segunda becerra fue mucho mejor que la primera porque tenía esa pizca de casta con la que Perera se crece. Pudimos ver el concepto de su toreo en todo su esplendor, demostrando que tiene clarísimas sus intenciones para esta temporada que, para él, comienza ya en menos de un mes.
De tercero echaron un toro serio, de buenas hechuras, al que Ignacio Rodríguez recetó un buen puyazo en toda la yema. Demostraron estar también en perfecto estado de forma Joselito Gutiérrez y Juan Sierra. El maestro lo cogió en los medios, y se puso con él con tanta firmeza que parecía estar en una plaza de toros. Pases muy largos, pues el animal embestía con fijeza y extensión por ambos pitones. La colocación perfecta para cada serie hizo que muchos de los presentes no pudieran contener esos olés que salen del alma.
Y el torero no se cansaba de torear, hasta el punto de que todavía le quedaron ganas de pedir dos vacas más, destacando sobre todas ellas la que cerró el tentadero, una jabonera que hizo las delicias de los allí presentes. Disfrutó Miguel Ángel Perera, y transmitió la seguridad y clarividencia de los elegidos para este arte tan maravilloso. Pero antes de este colosal remate de mañana salió una becerra mirona a la que el torero enseñó a embestir hasta entregarse. A ella salieron los otros cuatro concursantes. De ellos, unos lo vieron más cláro que otros, pero ninguno se quedó con las ganas de saber lo que se siente cuando le pasan a uno un par de cuernos por la bragueta. Así que podrán imaginar ustedes con qué espíritu nos sentamos todos a la mesa: deseando que días así se pudieran repetir eternamente.
Anoche íbamos camino de Alcaraz, en la provincia de Albacete, donde pastan las reses de don Daniel Ruiz, con la pena de haber tenido que suspender lo de Victoriano del Río y sin garantía alguna de que se pudiera dar lo de hoy. Anunciaban vientos fuertes. Pero las ilusiones de todos eran, como siempre, tantas, que nos acostamos con la esperanza de que no se cumplieran los malos augurios.
La escarcha que cubría los coches a primera hora de la mañana hacía reflejo con un cielo azul raso; no se movía una hoja. Todos íbamos camino de la finca conteniendo la respiración, y con los concursante arduos en deseos de poder participar de forma activa en el tentadero. Porque lo tenían claro: si les dejaban, iban a salir a las vacas. Antonio Ruiz y Ángel Rojas, los más veteranos, se presentaron hasta con sus propios trastos. Cristian Cuenca, Tomás Miguel Ochoa, José David Martínez y Daniel Lozano se mostraban más cautos, pero igual de ilusionados.
En el palco de "El Cortijo del Campo" nos refugiamos algunos; el resto, todos bien organizados en los burladeros. Y salió la primera vaca, muy noble, con la que Perera estuvo impecable. Tras exprimir el diestro casi todas las embestidas, todavía dejó algunas para que los dos veteranos cogieran sus muletas y, uno detrás de otro, le pegaran buenas tandas a un animal que no paraba de meter la cabeza por abajo. La segunda becerra fue mucho mejor que la primera porque tenía esa pizca de casta con la que Perera se crece. Pudimos ver el concepto de su toreo en todo su esplendor, demostrando que tiene clarísimas sus intenciones para esta temporada que, para él, comienza ya en menos de un mes.
De tercero echaron un toro serio, de buenas hechuras, al que Ignacio Rodríguez recetó un buen puyazo en toda la yema. Demostraron estar también en perfecto estado de forma Joselito Gutiérrez y Juan Sierra. El maestro lo cogió en los medios, y se puso con él con tanta firmeza que parecía estar en una plaza de toros. Pases muy largos, pues el animal embestía con fijeza y extensión por ambos pitones. La colocación perfecta para cada serie hizo que muchos de los presentes no pudieran contener esos olés que salen del alma.
Y el torero no se cansaba de torear, hasta el punto de que todavía le quedaron ganas de pedir dos vacas más, destacando sobre todas ellas la que cerró el tentadero, una jabonera que hizo las delicias de los allí presentes. Disfrutó Miguel Ángel Perera, y transmitió la seguridad y clarividencia de los elegidos para este arte tan maravilloso. Pero antes de este colosal remate de mañana salió una becerra mirona a la que el torero enseñó a embestir hasta entregarse. A ella salieron los otros cuatro concursantes. De ellos, unos lo vieron más cláro que otros, pero ninguno se quedó con las ganas de saber lo que se siente cuando le pasan a uno un par de cuernos por la bragueta. Así que podrán imaginar ustedes con qué espíritu nos sentamos todos a la mesa: deseando que días así se pudieran repetir eternamente.